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57. 'Junto a la Cruz", de El Greco. muchedumbres se van tras Él. Los enemigos del Maestro se inquietan y emprenden ·Jna campaña de descrédito: "Éste expulsa los de– monios por el poder de Beelzebul, príncipe de los demonios" (Mt 12, 24). Alarmados por estas noticias, intervienen los parientes con el ánimo de devolver a Jesús a Nazaret. María se presenta ta::nb1én, movilizada por el clan de los que manda':Jan en la familia. Jesús aprovecha el momento para ensalzar a su Madre, y no sólo por los lazos de sangre que les unen, sino por pe:ite– necer ella al grupo de los que escuchan y cumplen la voluntad del Padre del cielo. 78 Texto evangélico: Mate::· 12 46-50. "Todavía estaba jesús hablando a l::i gente, cuando su madre ~; sus herman::.s se presentaron fuera, tratando de hablar con Él. Uno se lo avisó: Oye, tu ma– dre y ti:s hermanos están fuera y quieren hablar -.;.cnt1go. Pero Él contestó al que le avisaba. ¿{2ui¿n es mi madre y quiénes son mis hermano~? :r: señalando con la mano a los discípulos, dijo: Estos son mi madre y mis herman-::s. E.' que cumple la voluntad de mi Padre del, ciel,o, ése es mi hermano, y mi her– mana, y mi 1r.adre". Junto a la Cruz Junto a la cruz de Jesús están presentes Ma– ría y Juan, el discípulo amado. Es un momento trascenéenta~ para la salvación del mundo . Jesús e~í sufr.endo terriblemente . Ha sido azotado, esc.1pido, coronado de espin.1s ... Tiene les lab-::>s hinchados y resecos por el dolor y _a sed. . . No es tiempo de pensar en los demás. Per=; el Señor, que había pasaéo su v~da haci.e:ido el bien a todos, también ahora se olvidé. ce sí mismo, y piensa en su madre y en nosctros. A su madre le da como h ijo a Juan. AJc.2.n le da como madre a María. En el após~ol Juan, afirman los comenta– ristas del Eva:igelio, estábamos representa– dos todos los c::istianos. Juan, hombre hecho y derecho, no necesitaba especialmente una madre, además de tener la suya propia, Salomé. Sin éuda alguna, el Señor en esta hora estaba proclamando a María como ma– dre espiritual y universal de todos los cre– yentes. La Igl.esia, desde sus comienzos, experi– mentó 12. protección de María. Recordemos el cenáculo: alt se reunían los Apóstoles - la Iglesia incipiente- para orar junto con María la Madre de Jesús (Hech 1, 13-14). Ella les da– ba ánim=s er_ aquellas horas difíciles. Y .1sí a través de toda la historia. Donde quiera que María inte::viene en el Misterio de Cristc, in– terviene como Madre. Maríc. es nuestra Madre, y nos ama cDmo la mejor de todas las madres. Ella se pre:xu-

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