BCCCAP00000000000000000001376

Bodas en Caná Un día comenzó a correr por Palestina un rumor singular. Junto al Jordán, un hombre predicaba un bautismo de penitencia por– que, según decía, se acercab.:: el reino de Dios. Era un hombre extraño, fuerte y auste– ro, dotado de gran personalidad. Las gentes del contorno acudían a escucharle. Su nom– bre: Juan Bautista. Su fama llegó hasta Nazaret; y entre los m-JChos que se fueron a oírle, se mezcló también Jesús, comenzando así su vida pública. Poco después, Madre e Hijo se vuelven a encontrar. Y es importante, se encuentran en unas bodas en Caná; han sido invitados y ambos aceptan la invi:ación. Jesús no es un aguafiestas; bendice la alegría y el amor. Lo que sucedió después, lo conocemos: a mitad del banquete se acabó el vino. Esto era grave, y el apuro iba a ser tal c-Jando se descubriera, que bastaría para amargar a los novios el re– cuerdo del día de su boda. Y er_tonces, en el momento oportuno, a:'.ltes de que nadie pu– diera sospechar lo que ocurría, interviene la Virgen. Avisa a Jesús. Y Jesús realiza el pri– mer milagro de su vida pública a petición de su Madre. Jesús, hoy como siempre, se deja convencer fácilmente por la oración humilde y confiada de María. El evangelista San Juan recoge en estepa– saje las últimas palabras que conocemos de María. Unas palabras qJe resumen perfecta– mente la misión de la Madre de Dios en la Iglesia. Ante su Hijo expone nuestras necesi– dades: No tienen vino; les falta alegría, paz, amor, entrega, ... Y a nosotros n:::>s insinúa: Si queréis conseguir todo eso que os falta, "ha– ced lo que mi hijo os diga". Texto evangélico: Juan 2, 1-11. "Tres días después, se cele– braba una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discí– pulos estaban también invitados a la boda. Faltó el vino, y la madre de jesús le dijo: No les queda vino. Jesús le contestó: Mujer, dé– jame, todavía no ha llegado rni hora. Su madre dijo a los sirvientes: Haced lo que Él os diga. Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Jesús les dijo: Llenad las tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba. Entonces les mandó: Sacad ahora y llevádse– lo al mayordomo. Ellos se lo !levaron. El ma– yordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y en– tonces llamó al novio y le dijo: Todo el mun– do pone primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vir:o bueno hasta ahora. Así, en Caná de Galilea, Jesús comenzó sus signos, man{festó su glon'a, y creció la Je de sus discípulos en él". En la vida pública deJesús La presencia de María en la vida pública de Jesús queda bastante difuminada; apenas pequeñas referencias de algún evangelista. Con todo, estoy seguro que María le acompa– ñaría con frecuencia en sus correrías apostó– licas; se interesaría por su salud; escucharía con atención su doctrina maravillosa; y se alegraría al oír las alabanzas que la gente sen– cilla le dedicaba. Mas un dfa comienza a hablarse en Palestina de traición, de condena a muerte. En efecto; los jefes importantes del pueblo - unidos con el poder romano- acaban de condenar a muerte a quien nunca hizo mal a nadie. Y María comienza a vivir, con la Pasión de su H(o, su propia pasión. No es lu– gar para contar ahora la dolorosísima pasión de Jesús. Pero a lo largo de toda ella estamos adivinando a la Madre, padeciendo en sí mis– ma los azotes, los salivazos y las injurias del Hijo. Decíamos que apenas existen referencias a María durante la vida pública de Jesús. Una de ellas la encontramos en Mateo 12, 46-50; y en paralelos de Marcos y Lucas. La fama de Jesús se extiende rápidamente; sus milagros, sus curaciones son tan espectaculares que las 77

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz