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l. EL CRISTIANISMO EN LA PROVINCIA ROMANA LLAMADA ESPAÑA (HISPANIA) Los romanos en la Península En el año 218 antes de Cristo, el ejército romano pone pie en la Península Ibérica. La resistencia de los cartagineses, la gran varie– dad de pueblos hispanos y la accidentada orografía hicieron difícil la victoria militar. La conquista se considera fundamental– mente acabada en el año 19 antes de Cristo. Pero la romanización fue mucho más lenta y desigual. Dentro de u.:1os límites geográfica– mente muy definidos por unos mares y unos Pirineos que convertían en la práctica nues– tras tierras en una isla, no existía una nación, sino un mosaico de tribus y poblaciones ... Todo ello comportaba diversidad de cultura, lengua, religión, organización social y políti– ca. Consiguientemente, la capacidad de asi– milación de los cambios que una verdadera romanización llevaba consigo fue distinta. Las provincias hispánicas Desde el año 197 a. de C., una línea dia– gonal -muy ondulante y quebrada- que arrancaba algo al sur de Cartagena y termina– ba al sur de Braga, dividía la Península en dos provincias romanas: la que quedaba al NE de esa línea era la Hispania Citerior (hacia arriba); la que quedaba al SO, la Hispania Ulterior (hacia abajo). En los tiempos en que el cristianismo na– cía en Palestina, la situación era algo diferen– te, porque el emperador Augusto en el año 27 a. de C. había dividido en dos la Hispania Ulterior: la Bética y la Lusitana. La Lusitana comprendía casi todo el actual Portugal, pero con la capital en Mérida. La Bética, capital en Córdoba, se extendía algo más hacia el norte que la actual Andalucía. Esta división territorial estaría en vigor hasta la gran reforma de Diocleciano a fines del siglo III, que afecta sobre todo a la Hispania Citerior; ésta queda dividida en tres provincias: la Cartaginense, capital en Cartagena; la Tarraconense, capital en Tarragona; y la Galecia, capital en Braga. Este es el marco geopolítico en el que tendrá lu– gar la primera expansión del cristianismo en nuestras tierras. El cristianismo llega a España La orden del Señor a los Apóstoles había sido clara. Antes de ascender al cielo les ha– bía dicho: "Id, pues, y haced discípulos a to– das las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y de~ Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que Yo os he mandado. Y sabed que Yo estoy con vo– sotros todos loE días hasta el fin del mundo" (Mt 28, 19-20). El Espíritu Santo inyectó en 5

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