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en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pon– drás por nombre Jesús. Será grande, se /!a– mará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin . YMaría dijo al ángel: ¿Cómo será eso, pues no conozco varón? El ángel le contestó: El .Espíritu Santo v-m– drá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubri– rá con su sombra; por eso el santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamc¡ban estéril, porque para Dios nada hay imposible. María contestó: Aquí es– tá la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. Yel ángel se retiró". Visitación Enterada María por el ángel de que su prima Isabel iba a ser madre, se dirige inne– diatamente a visitarla, para ayudarla en los últimos meses de su embarazo. Las palabras que emplea el evangelista dan la impresión de rapidez. Son las prisas del amor; la in– quietud del apóstol. María siempre va de prisa cuando se trata de ayudar a los derriás. El encuentro fue formidable: Jesús, el Salvador, comienza su misión y santifica a Juan en el seno materno . Por su pa::-te Isabel, iluminada también por el Espíritu, alaba a María: Bendita tú entre las mujeres, y le recuerda el porqué de su grande:a:a : Dichosa tú, que has creído. María permaneció en casa de su pri:na durante tres meses, empleados en bordar pa– ñales, arreglar pequeños vestidos y esas lar– gas fajas con que los judíos arropaban el cuerpecillo de sus hijos. María servía a sus primos Isabel y Zacarías: barría la casa, lim– piaba la vajilla, cosía, lavaba la ropa .. . María, la Madre de Dios y con Dios mismo en su 3e– no , realizó un auténtico "servicio domésti– co"; con la mayor naturalidad, sin darse im– portancia. Impresiona el pasaje evangélico de la vi_si– tación. Es sumamente actual. La Virgen no 66 entendfa de :::lases sociales, ni comprendía que existan personas que han nacido "para que todos los demás les sirvan y hagan bcli– nacioneE ante ellas". Intuía que el Niño-Dios que llevaba junto a su corazón, había venido a servir, no a ser servido. Y Ella, la primera discípula, debía hacer lo mismo. María sabía que el paso por este mundo no es pa a destacar, ni para vivir derrochan– do, ni para rodearse de "esclavos" ...; sine pa– ra ofrecer generosamente todas las posü ili– dades de ·:)ondad que hay en nosotros. La presencia de :C·ios en su seno la estaba madu– rando en lo que es esencia cristiana: organi– za la propia vida pensando, no en uno :1.1is– mo, sino en los demás. Texto evangélico: Luc~ 1, 39-45. "En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la mo;1ta– ña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarí~ y sa/,udó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el SCi!udo de María, saltó la criaturc en su vientre. Se l!enó Isabel del .Espíritu Santo y dijo a vez en grito: Bendita tú entre las mu– jeres y bendit'J el fruto de tu vientre. ¿·Quién soy yo ~ra q1_,¡,e me visite la madre de mi Señor? &z cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatu: ...a saltó de alegría en mi vier.tre. Dichosa tr1, q,Ae has creído, porque lo que te ha dicho 2! Serfor se cumplirá". Magníficat Desp__-:_és de las palabras proféticas de Isabel, N':aría profetiza también. Su profecía no es una respuesta a Isabel, ni una pal2.bra de agradecimiento por la lucidez de su do– gio . María reoite toda la alabanza a &ólo Dios. Es el canto del Magnificat. Un cante sin duda de María . Esto no quiere decir que María sea un2. escritora, efectuando laborio– samente u:ia composición en su escritcrio. María f01naba parte de una tradición ora~en que la plegaria se transmitía por la memoria y no por lcE devocionarios. Sin duda es uno de esos preciosos recuerdos que María retenía en su corazón.

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