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para el Ayuntamiento que gobernaba en ese año. He aquí algunas de las estrofas: La nombro... y me responde tan sólo el eco; la busco. .. y sólo tiene hierba el hueco. Ya no ven de sus ajes los dos diamantes, al subirpor la Cuesta los caminantes. Respetad en los mut:Js las tradiciones, que son la voz de tantas generaciones. Pues cuantos por la Cuesta suban o baje11, os pedirán un hueco para la imagen. Efectivamente, los madrileños siguieron pidiendo "ese hueco" para la imagen, y de nuevo el Ayuntamiento permitió colocar una efigie, en piedra, de la Almudena. "Al comenzar las obras de la catedral, se hizo un muro de contención del jardín real al occidente del templo (Cuesta de la Vega), y en él un nicho, donde se puso dicha estatua, que es de escaso mérito artístico y sin pareci– do alguno a la que representa: mas por recor– dar el sitio donde fue hallada la antigua, obje– to de la veneración de los fieles, se celebra en los aniversarios del hallazgo y en piadoso recuerdo de éste, solemne procesión hasta aquel sitio, para cuyo día el papa Pío X con– cedió se dijese la misa propia de Nuestra Señora de la Almudena''. Debajo de la efigie hay esta inscripción: "Imagen de María Santísima de la Almudena. Ocultada en este sitio el año 712, y descu– bierta milagrosamente en el de 1085". Descripción de la imagen Juan de Vera Tassis y Villarroel publicaba en 1692 la primera historia que se conserva de la Virgen de la Almudena. Describe así la efigie: 24. Imagen de María Santísima de la Almudena, en el nicho de La Cuesta de la Vega. Fotografía de Cea Damián, entre los años 1870-1890. "Es su posición en pie, y calzada, aunque con toda honestidad cela sus divinas plantas el airoso ropaje; está firme sobre una peque– ña peana de dos dedos de alto; su aspecto es muy majestuoso, y de profunda gravedad con que mueve a cuantos la ven a debida re– verencia. El rostro es más que redondo, pro– longado; el color es trigueño, aunque con la mucha antigüedad parece algo amortigua– do... Tiene los ojos grandes y rasgados, que tiran a zarcos, siendo con honestidad majes– tuosos ... Son sus pobladas cejas en arco, y de sin– gular proporción; la nariz no la tiene menor, aunque es aguileña con moderación; la fren– te es espaciosa y descubierta; pequeña la bo– ca, y los labios floridos, de purísimo carmín; las mejillas con aquella hermosa mezcla del color cándido y rubicundo (aunque hoy pa– rece algo moreno); el cuello es levantado, y como hecho a torno; las manos son llenas y 31

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