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en la madrugada del domingo de resurrec– ción con unos "pasos" en los que vuelven a encontrarse jubilosamente Nuestra Señora y el Resucitado. Ahora bien, estas secuencias del dolor de Cristo y de la presencia de su Madre en los momentos del dolor, son los que trató espe– cialmente el arte español de los siglos XVI y XVII. En Castilla: Berruguete, Juan de Juni, Gregario Fernández ... ; en Andalucía: Becerra, Montañés, Alonso de Mesa, Pedro de Mena, Alonso Cano ... Y todos los pintores. Velázquez hace su Cristo, que es un prodigio de expresión de la naturaleza humana de Jesús. Murillo, que había recreado tantas veces a Nuestra Señora en afanes domésticos, o su– mida en su propio misterio -Inmaculadas-– se acerca al tema de la Pasión porque tiene necesidad de estar en consonancia con los tiempos que le ha tocado vivir. La escena en la que más se fijan algunos imagineros es en la presencia de la Virgen, no tanto en el momento de la crucifixión, si– no cuando ella se queda sola tras la muerte de Cristo, o con el Hijo en brazos cuando lo bajan de la cruz. La Virgen es, sobre todo, la Virgen Dolorosa. En tierras andaluzas, Montañés y su es– cuela imprimirán a las representaciones dolo– rosas un sello especial. Hay un resto de dul– zura en sus Cristos y en sus Vírgenes. Son mujeres de una gran belleza física. Esa belle– za que con tanta gracia ha sido colocada en casi todos los rostros de las imágenes andalu– zas. Pueden llamarse Virgen de la Soledad, o de la Esperanza, o del Mayor dolor... Serán siempre Vírgenes hermosas. Vírgenes para ser paseadas suavemente entre azahares y claveles, al rítmico y acompasado movimien– to de los costaleros. Otros motivos mariz.nos más representati– vos del barroco son las Purísimas y Asunciones. Fueron interpretados por lama– yor parte de los maestros de la pintura y es– cultura, caracterizados por el ansia de movi– miento, conseguido mediante atrevidos es– corzos, por el vuelo de los ropajes y la apertura de líneas. En cuanto a las Asunciones se las rodea de ángeles en inve– rosímil equilibrio entre nubes, en pugna para añadir a cada talla, según avanzaba el tiem– po, rizos y caireles, querubines y ondulacio– nes. De esta época conservamos excelentes esculturas de tema mariano, esculpidas por Martínez Montañés, Alonso Cano, José Ribera, Francisco Salzillo... En el arte contemporáneo ( siglos XIX y ~Y.X) A partir del siglo XIX el ane religioso ma– riano, salvo casos aislados, se empobrece. La Iglesia utiliza en gran escala las imágenes fa– bricadas en serie, con materiales menos no– bles, atenta más al conservadurismo estético y sentimental que a la calidad creativa. La ima– gen mariana queda deteriorada por esquemas académicos que no corresponden ya a la sen– sibilidad de los tiempos, por temas populares 16. Virgen de la Divina Providencia de Mariano Bellver (arte contemporáneo). 23

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