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neralmente por los pastores y teólogos; las formas y modos de representar las i.:nágenes deberán ser decorosas en el vestir -, en sus actitudes, sin que se resienta su czpacidad emotiva. Las normas que regulan la ico::iografía mariana, observadas más o menos por todas partes, están recogidas de este moóo por el cardenal Federico Borromeo: "Hay que con– servar los símbolos y los misterios, que se emplean para representar a la Virgen Santísima . .. No hay que representar a la Madre de Dios desvanecida al pie de la cruz, ya que esto va contra la historia y la autori– dad de los Padres ... Que la imagen de la Santísima Virgen se parezca en vive a aquel divino Rostro ... Y para que los pintores saquen del natural con más exactitud la imagen de la Virgen, propondré el ejemplo que nos ha oejado el mismo Nicéforo Calistos: María tenfa una es– tatura mediana, el color de su tez t:"igueño, cabellos rubios, ojos penetrantes con las pu– pilas claras y casi del color de oliva. ~as cejas curvadas y muy negras, la nariz algo larga, los labios redondeados y llenos de _a suavi– dad de sus palabras; el rostro ni reoondo ni agudo, sino un tanto alargado, lo mismo que las manos y los dedos, más bien alargados". Insistiendo en el parecido de lz Virgen con el Hijo, característica iconográ:'ka que continúa hasta el siglo XVIII, el arzobispo de Milán prescribe: "Por tanto, me gustaría que los pintores, cuando hagan las imágenes de Cristo y de María, recordasen esta sola cosa que la antigüedad creyó de forma ucánime y que los Santos Padres nos transmitier:m: Que el rostro del Salvador fue admirable por la perfecta semejanza que tenía con el de su Madre, de manera que todo el que oire a la Madre o al Hijo pueda fácilmente re::::onocer en la Madre al Hijo, y en el Hijo a la Iv~adre". La Iglesia católica, al contrario que el pro– testantismo, propiciará una religiosicad tam– bién externa que se traducirá en grandes ma– nifestaciones colectivas de culto, como son las procesiones, las romerías ... El arte en es– tas circunstancias sale a la calle. La p::-odigali- 20 12. La "Piedad" Je Miguel Ángel, en el Vaticar:o . dad de estas ceremonias procesionales, espe– cialmente las de Semana Santa, hizo que .3e extendiera por España la costumbre de los "Pasos", en los que se escenifican con todo realismo diversos pasajes de la Pasión de Cristo. También la figura de María cobrará es– pecial relieve y protagonismo en esta puesta en escena, pudiendo aparecer acompañando a Cristo en el grupo de la Piedad, o sola co– mo Dolorosa y Soledad. En este tie~o aparece también un tipo de imagen de tzlla muy pequeña, que en zl– gunos casos apenas llega a los 20 cm, de c.1- beza redonda, coronada unas veces y sin co– ronar las más, c::m el manto recogido debaio de las piernas del Niño, que se asienta en d brazo derecho de su Madre. Parecen tener origen flamencc. Por su parte, los dominicos promueven la imagen de la Virgen del rosa-

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