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una creación espontánea de la épc,ca, sino copias más o menos evolucionadas ce minia– turas más antiguas, en su mayor par:te desa– parecidas. Una de las copias de estos Beatos, minia– da en el monasterio riojano de san Millán de la Cogolla, se encuentra en El Escorial. En ella se representa a la mujer apocalíptica con el dragón. Está en actitud orante, lleva alas, tiene el sol sobre la cabeza y la luna a los pies; está rodeada de estrellas y el dragón amenazante lo tiene a la derecha. Es fácil de– ducir que esta figura corresponde al modelo iconográfico de la Virgen Inmaculada que tendrá su punto de arranque a fina1es de la Edad Media. En estos bellos documentos gráficos, la Virgen, como era de esperar, tiene el lugar eminente que ocupa en los evangelios y la importancia que le dan los concilios -✓ los pri– meros Santos Padres. La primitiva iconografía cristiana se conservó así "como un fragante 10. Virgen de Montserrat. Arte románico. 18 recuerdo, aplastado entre las hojas de las Biblias de los siglos Xy XI". En España, Eegún opinión de José Ramón Mélida, se puece asegurar que no se conser– va ni una sola escultura cristiana anterior al siglo XI. María en el románico (sigws XI, XII y mediados del XIII) En el siglo :XJ aparece el arte románico, y comienzan a labrarse imágenes de María, en piedra y madera, para el culto. Estas repre– sentaciones, bien se trate de figuras de bulto, bien de relieves, se caracterizan por su con– cepción geométric1, suprema expresión de intem?oralidad, en acuerdo con la espirituali– dad c_e la época, dominada por el pensa– miento agustiniano que desprecia las apa– riencias materiales. Estas imágenes nos pre– sentan a la Virgen como Madre, sentada en un trono sencillo, más bien silla o escañ::::i, con el Niño sentado sobre sus rodillas, p::-i– mero en el cent::-o y después a un lado, gene– ralmente sobre ~a pierna izquierda. La Virgen sostiene en su mano derecha una manzana o cetro y el Niño un libro. Es la madre tranquila y paciente que escucha hierática, pero atenta, las necesidades de su pueblo. Desgraciadamente, muy pocas imágenes nos han llegado er:. su estado primigenio, si exceptuamos las labradas en piedra. Muchas han sido mutiladas cuando se puso de moda el vestirlas, otras han sufrido numerosos re– pintes y a algur:as hasta les han sustituido la cabeza. En cuanto a la antigüedad, en gene– ral se consider2.n las más antiguas aquellas que tienen el rcstro alargado, adusto e ine~,c– presiv::::> y una configuración corporal plana, y los vestidos de paño blando adaptados al cuerpo con pliegues geométricos apenas in– sinuados. Poco a poco las estatuas van ganando cor– poreiéad, los rasgos se van dulcificando y los pliegues se hacen más abultados y generosos en un lento proceso de humanización qLe culminará en el gótico.
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