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María en el arte paleocristiano ( siglos I al VI) El culto a María, la veneración a la Madre de Dios, aparece ya en el mismo Evangelio. Una mujer del pueblo, entusiasmada por la predicación del Maestro, alaba a su madre: "Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron" (Le 11, 27). De este hecho evangélico data la manifestación popular de la devoción a María, en espera de que todas las generaciones la vayan proclam2.ndo bie– naventurada. Pero, ¿cuándo aparece por primera vez la figura de María, proyectada en la pantalla del arte? Parece ser que los antiguos cristianos no conservaron ningún retrato de María, ni idearon siquiera un rostro o un tipo de líneas reconocibles. Es significativo que San Agus(m (354-430) declare: "Ni siquiera cono– cemos el rostro de la Virgen Ma ría" (De Trinitate, L. VIII, c. V, nº 7). Recordemos que S. María con el Niño. Catacumbas de Priscila, siglo 111. 16 los primeros seguidores de Jesús -Apósto_es, discípulos (los jefes, en definitiva}- eran ju– díos, quienes tenían prohibido la confecc.ón de esculturas e imágenes "de lo que hay arri– ba en los deles y de lo que hay abajo en la tierra" (Dt 5, 8-9). Cuando el cristianismo se abrió paso fuera de 12.s fronteras palestinenses, los nuevos cristianos procedentes de la gentilidad, se sentían liberados ce ciertas prescripciones no asun:.idas por Jesucristo en la predicación de su Buena Nue1a. Y así, pronto comienzan a plasoar la figura de Jesús y de su Madre. L2. imagen de María aparece en dos ver– siones diferentes. En las catacumbas de Priscila en Roma -segunda mitad del siglo II o principios del III- se representa a María sentada en un trono, dando el pecho al Niño, interpretada ccn sorprendente realismo y es– piritualidad. Un siglo más tarde, en el cemen– terio Maius, de Roma, aparece la Virgen de pie, en actitud orante; es decir, con los brazos levantados hacia el cielo, que era la postura típica para orar en los tiempos primitivos. 0-=ros temas del arte paleocristiano en los que la Virgen es protagonista son la Anunciación y la Adoración de los mag,)s. Esta última es la escena más representada. Styger contó h2.sta 85 representaciones en es– ta época. La escultura cristiana, en todo este perío– do, es prácticamente inexistente. Por eso re– sulta inútil buscar una estatua de María, junto al cúmulo de las falsas vírgenes paganas . Como tesoro rarísimo se ha conservado un fa– moso bajorrelieve, guardado en San Iv:a– ximino de Tarascón (Provenza) perteneciente al siglo V. La Virgen aparece revestida de 1Dl– gada dalmática y con los brazos abiertos. El arte menor y más popular se afanó ta:n– bién en representa:: a María. En este aparta-:io ofrecen gran interés los renombrados vasos de vidrio, con bnéo de oro, utilizados en los ágapes o banquetes conmemorativos de la Última Cena. Tales vasos pertenecen a los si– glos III y IV. Conocemos seis vasos de éstos, que llevan grabadec la imagen de la Virger:. y su nombre. En uno de ellos aparece María,

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