BCCCAP00000000000000000001376

El problema histórico de la predcación de Santiago en España es diferente e inde– pendiente del problema que plantea :)tra tra– dición jacobea: la de su sepulcro en ~antiago de Compostela. Esta última tradición tuvo quizá mayor resonancia e importanca histó– rica que la primera; pero ambas juntas fun– daron durante siglos una devoción al Apóstol que trascendió ampliamente nues– tras fronteras y cuyo gran influjo en _a histo– ria nadie ignora. Las célebres peregrinacio– nes a Santiago constituyeron uno de los fe– nómenos sociales más notables de la Edad Media: caminos, hospitales, monasterios y otras instituciones nacieron con el sojo fin de fomentarlas y cooperar con ellas. No vamos a ocuparnos ahora de todas esas grandes consecuencias históricas, de las que tanto se ha escrito; tampoco de la exis– tencia en Compostela del sepukro del Apóstol, que ha sido también mctivo de controversias y estudios innumerables. Examinaremos qué garantías históricas tiene la tradición según la cual Santiago predicó en España. La verdad es que sabemos muy ::,oco de la actividad de los Doce Apóstoles, una vez desaparecido el Maestro. Tenemos tastantes noticias de Pedro; de Santiago el Mayor sabe– mos que fue ejecutado en Jerusalén ¡::or man– dato de Herodes (Hch 12, 1-3). De les demás Apóstoles carecemos de fuentes capaces de proporcionarnos datos con valor histórico so– bre su vida, sus actividades y su muette. De muchos de ellos ignoramos incluso si llega– ron a salir de Palestina. Los apócrifos reparten el mundo entre los Apóstoles Esta carencia de noticias no está e:-1 conso– nancia con el lugar preeminente que los Doce ocupan en los escritos del Nuevo Testamento; por lo que no es de extrañar que desde muy antiguo se intentase llena:- la lagu– na con diversos escritos apócrifos, -::¡ue die– sen satisfacción a la piedad y a la cuiosidad de los fieles. En estos libros quizá ha 0 1an que- 10 dado re:1ejados vestigios de anteriores tradi– ciones; en todo caso, envueltas en tal cúmub de fantasías, que en la actualidad resulta im– posible discernir cualquier elemento posible– mente histórico. Nos mteresa conocer cómo distribuyen el mundo, estos libros apócrifos, entre los dis– tintos Apóstoles. En muchas de las Actas apó– crifas, la escena del reparto del mundo tier:e lugar tras la As:::ensión del Señor, con fre– cuencia acudiendo al recurso de echarlo a suertes. Euse:Jio de Cesarea (murió antes del 341), en su Historia de la Iglesia, da esta lista inci– piente: Tomás al país de los partos; Andrés a Escitia; "~uan al Asia donde se estableció, mu– riendc- en Éfeso Pedro, según parece, pred– có en el. Ponto, en Galacia y en Bitinia, en Capadocia y en Asia, a los judíos de la diás– pora; al fin llegó a Roma y fue crucificaéo con la cabeza para abajo, como él mismo ha– bía pedido padecer Rufino de Aquilea, en su versión latina de esta Historia de la Iglesi:1,, añade a estos cutos los de Mateo que preci– có, seg(.n él, en Etiopía; y Ba1tolomé, apóst:)l de la India. Nada dice de Santiago. En las Actas apócrifas de Felipe (siglos =v-V), se dice q·..1e Pedro fue a Roma, Tomás al país de los partos y a la India, Mateo a las regiones interiores del Ponto, Bartolomé a Licaon:a, Simón el cananita a Españ:;r,, Andrés a Acaya, Juan al Asia, Felipe a todo el país je los griegos. En cambio, las Actas de Juan por Prócoro (siglo V), afirman que la suerte asignó a Pedro la circuncisión; a Sa,ntiago y Juan, el Oriente, a Felipe, las ci'..1- dades de Samaría y Asia ... ; a Bartolomé, Albanó::>olis; a Mateo, los partos; a Tomás, la gran Armenia y la India . ..; a Simón el cana– nita, b barbarie; y a Andrés, Lacedemonia y Acaya. En la primera mitad del siglo VlI se exten– dió por el mundo occidental una obra intitu– lada Breviarium Apostolornm, que conter:.ía unas bbgrafías muy breves de los Apóstoles. Ya en el siglo \ 1 podemos constatar su ex_s– tencia en lengua griega; pero lo que nos inte– resa no es el texto en dicha lengua, sino su

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz