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Hemos solicitado información acerca de esta cofradía y nos encontramos que solamente quedó en proyecto. El P. Diego se dispuso a redactar los estatutos y antes de finalizarlos, fue llamado 1 otro lugar por la obe– diencia, con lo que todo quedó en simple anuncio. La devoción aumentaba, pero la Sagrada Imagen no tenía el lugar ade– cuado. La urna estaba acabada, pero su entorno mostraba aún las marcas des– tructoras de la guerra. Los religiosos veían con dolor que nada se podía hacer. Al estar ubicado el convento en zona perteneciente al Patrimonio Nacional, éste era el único responsable de su restauración. La realidad es que el Patrimonio, en los difíciles años de la postguerra tenía muchos frentes a que acudir y poco dinero para remediar tantos males. El P. Provincial de los Capuchinos, que lo único que veía era que este convento con todas sus dependencias estaba en estado ruinoso, tomó la iniciativa de dirigirse al Presidente del Consejo de Administración Patrimonial para urgirle unas obras, para él, inelu– dibles. Nos Jama la atención que en todos, o casi todos los documentos que de esta época poseemos, siempre que se desea algo para este convento, se hace alusión a la urna y al altar del Santísimo Cristo. Pensaban que al ser éstos donación de Franco era un argumento contundente para que sus súplicas fueran escuchadas. Esto es lo que hace ahora el P. Provincial. En su carta al Presidente le ruega que "se digne dar las oportunas órdenes para que se proceda a la restauración del referido templo a fin de poder colocar con toda ostentac1on y decoro la urna y altar regalo de Su Excelencia el Generalísimo al Santísimo Cristo de El Pardo'' < 76 ). "Ante esta imagen se pone uno de rodillas sin querer". La fama que El Pardo iba adquirien– do, tanto a nivel nacional como in:er– nacional, repercutía de alguna forma en la devoción a esta Imagen, siendo muchos los que pedían, ante su belle– za, un recuerdo. Estas peticiones no podían ser atendidas ya que nada había a este respecto. Estaban aún lejos los días en los que el visitante podía llevar del Cristo una imagen o una reproduccipn. Las peticiones iban en aumento y esto obligó a los Capuchinos a encargar a un artista, desconocemos su nombre, que pintara la Sagrada Imagen y la nueva urna para enviarlas a una exposi– ción. Al mismo tiempo que se sacaban fotografías del Cristo y de la urna para impresionarlas en cliché y hacer nuevas tiradas de estampas" < 77 )_ Meses después, tuvo lugar la v_sita de otro gran artista, cuyo nombre sí nos recoge el cronista, Mariano Ben– lliure, quien lleno de admiración hacia esta maravillosa escultura manifestó: "Delante de esta imagen se pone uno de rodillas sin querer" (< 78 ). Si en 1943 era el Presidente del Consejo del Patrimonio el que recibía las súplicas para su intervención en favor de estas obras, ahora, 19 de julio de 1944, sería el subsecretario de Hacienda el que se encontraría con idéntica solicitud de "interponer su poderoso y eficaz valimiento en favor de las obras de reconstrucción y arreglo 67
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