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c10n incondicional de los vecinos de El Pardo, que hicieron guardia ante "Su" Cristo, para impedir que sus colegas madrileños cometieran atentado alguno contra la Imagen, como algu– nos pretendían. Pudieron impedir su destrucción, pero no consiguieron permaneciera en su urna. El Santo Cristo, lo mismo que los moradores del convento, tu'10 que emprender, por tercera vez, el camino del destierro. Su primer destino fue cercano; el Palacio del Real Sitio, sería su mora– da durante unos cuantos meses, exac– tamente hasta el siete de febrero de 1937. En esta fecha, las autoridades del pueblo viendo que el lugar no era muy seguro para su custodia y protec– ción, solicitaron el permiso de la Junta de Protección y Salvamento del tesoro artístico, para que fuera trasla– dada a San Francisco el Grande, donde residió la mayor parte del tiempo que duró la fraticida lucha. Para su traslaéo se hizo cargo de la Imagen, Don Tho– mas de Maolonyay que testifica que ~o hace para "mejor resguardo y custo– dia" C 7 o)_ El Cristo debajo de una alfombra. En su refugio de San Francisco d Grande fue visitado durante la guer::-a al menos por uno de nuestros religiosos, P. Ludovico de Pesquera, que vio ccn dolor, cómo lo tenían oculto debajo de una alfombra. A ruego nuestro, nos ha descrito así su visita: "Estando en Madrid durante la guerra, un día, Don Luis Hernández González, notarH) de Madrid, a quien solía llevar la comu– nión semanalmente a ocultas, me dijo que el Santísimo Cristo de El Pardo 60 estaba con otras obras de arte en la iglesia de San Francisco el Grande, y que si tenía interés, él podría hablar con el encargado de esas obras de arte allí almacenadas, amigo suyo, para que me lo enseñara. Yo acepté muy complacido y en el día convenido me presenté en San Francisco el Grande, preguntando por el encargado de las obras de arte allí almacenadas. Dicho de parte de quién iba y hecha mi presentación, me llevó a la iglesia, enseñándome la gran cantidad de obras que había allí. Entre ellas estaba nuestro Santísimo Cristo. Me acuerdo que lo tenían en el suelo y ct:.bierto con una alfombra, pues no era partidario de que lo viesen, por si acaso se les ocurría sacarlo de allí por su valor artístico ... ". Las preoct:. paciones de este encarga– do no iban desencaminadas. Por estos años, vino a España una comisión artística rusa, con objeto de adquirir obras de arte con destino al Er□itaje de San Petersburgo. Parece, según · referencias que hemos recogido, que en su mente estaba el Cristo de El Pardc y, tal vez, se salvara de salir fuera de nuestras fronteras, por segunda vez en su ya larga historia, gracias a aquella protectora alfombra que le hacía desaparecer ante visitas inoportu– nas. Finalizando ya la guerra y a punto de entrar en la capital las fuerzas vencedoras, los encargados del tesoro artístico ordenaron su traslado al Museo del Prado para mayor seguridad. Allá pasó los últimos meses prolongan– do su estancia hasta junio de 19 39, fecha en la que sería devuelta a los Capuchinos.
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