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de conservarse hasta que esté dispuesta la Iglesia que fue de Capuchinos en el mismo, y resolver al mismo t iempo S. M. que dicha procesión tenga efecto el 2 3 del corriente a las cuatro de la mañana, lo hará V. E. saber a los Capellanes de Honor, Capellanes de Altar y Coro y a los músicos, a fin de que se hallen en la referida parroquia de l Buen Ret~ro a las tres y media de la mañana, al fin indicado" c~s)_ En páginas anteriores h:cimos alu– sión a unos apuntes recogidos en este convento, de un testimonio oral, dado por D. Victo::-iano Lucas. Este mismo caballero recoge los episodios ocurri– dos en el traslado y de los que él mismo pudo ser testigo: "El año 1850 vino el Santísimo Cristo del Pardo a este Real Sitio, lo trajo el Rey D. Francisco de Asís, que vino en persona a traerlo, vestido de Capitán General, acompaña– do de una sección de caballería. Entró en El Pardo a pie, lo condujeron a la Iglesia donde estuvo un rato y acto seguido lo subieron al convento; el clero de la Parroquia, la Congregación del Santísimo Rosario y todos los vecinos del pueblo salieron con luces y estandartes a rec ibirlo en el punto que llaman Desaguadero, desde allí lo acompañaron al repicar de las campa– nas a la Iglesia primero y a nuestro convento después. Al llegar al Desagua– dero, los empleados del Real Patri– monio de El ?ardo, quisieron tomar en sus hombros la Sagrada Imagen, pero los que la traían, que eran emp leados de la Casa de Campo y del Jardín de l Retiro, no consintieron" ( 56 )_ Hay en el testimonio un punto que no es exacto. al menos si lo tomamos literalmente. El Sr. Lucas afirma "que acto seguido subieron al convento" y esto no se realizó hasta el 12 de noviembre del citado 1850. Durante este breve período se ade– centaron el convento y la Capilla destinada a la Imagen. Realizadas las obras imprescindibles, el 6 del citado mes, se firmaba la corres– pondiente orden para que seis días más tarde se efectuara el solemne traslado "para cuyo acto quieren Sus Magesta– des asista la Capilla Real y la Misa sea de Pontifical, espero se sirva vuestra excelencia decirm~ el número de cape– llanes de honor que deben asistir, siendo el mayor posible, así como el de capellanes de altar y de coro, Capi– lla , mÚ,~ica y sacristanías para disponer lo oportuno a su traslado a dicho Real Sitio en el expresado día" ( 57 )_ Si en silencio había abandonado el Santo Cristo su hogar, ahora volvía con todos los honores. Había un punto importante que al Rey Consorte no podía pasársele por alto y que tampoco él descuidó. ¿Quié– nes iban a ser los encargados de mante– ner y difundir el culto a la imagen? Existe un documento de sumo in:e– rés para nosotros. Los Capuchinos legalmente no existían en esta época en España, al menos como Orden Religiosa. Es cierto que sus miem– bros siguieron desarrollando su activi– dad pastoral con gran dignidad de vida y sin ocultar su anterior procedencia religiosa. Alguno de estos antiguos rel igiosos era conocido personalmente por Francisco de Asís, y como él quería volver al convento a su prísti– no estado, contó con ellos a la hora de restab lecer el culto al Santo Cris to . Pensó que nadie mejor que los capuchi– nos, sus guardianes de siempre, podrían 47

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