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ricos cristales y cortinas, que le presen– tó un devoto. En este mismo está un sagrario pequeño, donde se guarda el Santísimo Sacramento. En el segundo cuerpo hay una pintura del descendi– miento, que es de gran precio. En el tercero, y en que remata, hay otra pintura de Nuestra Señora, de medio cuerpo, también preciosa. Toda la urna está curiosamente adornada, según lo que pide el arte y su disposición y arquitectura. Para ver la Sagrada Irr:.a– gen con toda claridad, bastan las luzes que se encienden en el altar, cuando se descubre a los fieles sin ser necesario jamás abrir las vidrieras" C 26 )_ Carlos II no sólo se limitó a agrandar la capilla, ahora de una longitud de 10/40, sino que ''se pintó toda pa::-a que Su Magestad estuviese con algo de más decencia" ( 27 ). Cuando estas obras se estaban concluyendo, fue elegido Guardián del convento el P. Fr. Pablo de Covi2.s, quien dispuso "se executase la trasla– ción del Santísimo Sacramento y de la Imagen del Santísimo Cristo a su capi– lla. Convidó al Rey (que Dios guarde), Sr. Don Carlos II y también solicitó la asistencia de la Reina Madre la Seño~a Doña Mariana de Austria quienes asis– tieron y no menos la Reina reinante Nuestra Señora Doña Mariana de Ne,J– burgo . Executóse el día 16 de junio la traslación. Envió Su Magestad (que Dios guarde) su Real Capilla desde por la mañana. Celebró la misa el P. Fr. Bernardino de Madrid, Ministro Pro– vincial y predicó el P. Fr. Miguel ce Lima, predicador de Su Magestad" (2 7). Hasta estas fechas, y durante l¿s obras, la Imagen estuvo colocada en el altar mayor. Para su traslado se 24 orga::iizó una procesión por la plazuela del convento, que estaba adornada con variedad de flores, y de h~erbas. Las dos reinas excusaron su asistencia por ser día de mucho aire pero sí asistió "el Rey en compañía del Duque del Infantado, el Duque de Alburquer– que, el Conde de Baños y otros grandes y títulos de Castilla. Llegada la proce– sión a la nueva capilla, la Imagen del Cristo se puso en el centro en un sitial preparado al efecto y hecha la reserva del Santísimo Sacramento se colocó en su urna donde siempre se ha venerado" (27). Detalle singular. No queremos terminar este siglo sin hacer mención de un hecho que hablé. de la íntima relación entre la sagrada imagen y sus religiosos. El año 1668 el P. Juan de Pinto baja a la huerta en busca del P. Buena– ventLra de Estella que se hallaba paseando al fondo de la misma. Para hacerse más visible, el P. Juan se sube al pretil del estanque. En un movimien– to involuntario pierde la estabilidad y cae al agua con más de dos metros de profundidad. Aturdido por lo inspera– do del acontecimiento y por el estorbo del hábito, el P. Juan conoce que su vida corre grave peligro. Invoca al Santísimo Cristo y a Nuestra Señora del Consuelo y siente cómo su cuerpo es elevado hasta poder asirse a los ladrillos del borde. No dudó el aludido padre en atribuir el hecho a una intervención especal del Santo Cristo y así se lo relata a su.s hermanos de hábito. El acontecimiento tuvo lugar el día de la fiesta de San Felipe y Santiago del indicado año 1668.
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