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r C UANDO se inició la historia del convento de Padres Capuchinos, El Pardo era un lugar solita– rio, un monte que comenzó a proclamarse Sitio Real, cuando las melancolías alcanzaron grados alarmantes en la enfermiza naturaleza de Enrique 111, allá por los años de 140 5. Pensó el rey, y pensaro::1 sus cortesano~, que sería bueno retirar sus tristezas a una hermosa casa de monteros que su abuelo r_abía construido en estos parajes. Luego, y poco a poco, vino lo demás. El Em?era– dor Carlos sintió especial predilección por este Sitio y quiso habitar en él, levantando un palacio de invierno con su Casa de Oficios. A Felipe 111 también le resultó agradable El Pardo y hasta su Palacio hizo llegar obras de Tiz~ano, Sánchez Coello y de su pintor de cámara, Antonio Moro. Felipe 111 restaura el palacio de un incendio su:rido e introduce en El Pardo un elemento nuevo: El convento de Capuchinos. Después, cada rey aportará su valioso recuerdo. Vigía sobre la cima (colina protectora del pueblo) está el Convento de El Cristo. En medio de tanta grandeza y soledad, los Capuchinos vinieron a dar vida y compañía a los monteros que tenían a su cuidado el "cazadero real''. ¿Desde cuándo la Orden Capuchina es vecina de El Pardo? La fecha se aleja cuatro siglos, hasta · 1612. Desde entonces Palacio y convento aglutinan la vida del Real Sitio. En el primero se han escrito páginas gloriosas de la historia de España, en el segundo se ha vivido la presencia de miles de personas con un sentimiento admirativo hacia una imagen: EL SANTISIMO CRISTO DE EL PARDO . Su histo:-ia es la que ahora contamos a nuestros lectores. 9

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