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ths CUATRO PRIMÉROS ARTÍCULOS bEL CONCORDATO 51 de urgir su cumplimiento, y de poder juzgar si los actos de sus súbditos son ·. o no conformes a tales leyes. Todas estas prerro– gativas que competen a la Iglesia en cuanto es una sociedad perfecta, cuyo imperio espiritual en el mundo le ha sido confe– rido por el mismo Jesucristo, no constituyen otra cosa que la potestad legislativa que lleva en si la judicial y ejecutiva. Esta potestad compete a la Iglesia independientemente de toda sociedad humana; pues la Iglesia Católica es la única com– petente, con sus leyes divinas y eclesiásticas, para resolver las controversias que se levanten en el campo de las conciencias, en el régimen espiritual de sus súbditos. La independencia de la legislación de la Iglesia y el respeto debido a ella por parte de las autoridades de la República es lo que se expresa de un modo preciso en este articulo del Con– cordato. Mas, para que aparezca de un modo claro el significado jurídico de lo contenido en él, debemos estudiar, a lo menos brevemente, 1 ° la potestad legislativa de la Iglesia; 2° qué es lo que se conprende en la expresión, « legislación canónica» y 3° cómo deben respetar solemnemente la legislación canónica las autoridades de la República. De cada uno de estos tres puntos diremos algo en los siguientes párrafos. § l. - Potestad legislativa de la Iglesia. Admitida, como principio, la perfección jurídica de la Iglesia Católica, en cuanto es una sociedad perfecta, constituida como tal por su Divino Fundador, se sigue que a ella le compete aquella potestad que le es necessaria para conseguir su fin so– brenatural, y tal es la potestad legislativa. Esta le confirió J esu– cristo, independientemente de toda sociedad humana, en el mo– mento mismo en que la instituyó en el mundo. Entre las innum<:,mbles pruebas qne confirman est)a verdad, tenemos las palabras de Jesucristo, dirigidas al Príncipe de los Apóstoles: « Et ego dico tibi, quia tu es Petrus..... Tibi dabo claves regni caelorum. Et quodcunque ligaveris super terram, erit ligatum et in caelis; et quodcumque solveris super terram, erit solutum et in caelis» (1). (1) S. Matth. XVI, 18 y 19.

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