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-83- predicador, causa por la cual el año 407 le mandó el ernpera..: dor trasladar su residencia a la costa del Mar Negro; pero mu– rió al ser llevado allí, terminándose con esto la «tragedia de Crisóstomo». E! año 438, el emperador Teodosio II, hijo de Eudoxia, hizo trasladar los restos del Santo a Constantinopla y colo– carlos solemnemente en la iglesia de los Apóstoles, el 27 de enero del mbmo año. 4. Juan Crisóstomo desplegó su mayor actividad en la cura de las almas y especialmente en el ministerio de la pre– dicación. Fué el orador más grande de la Iglesia de Oriente, y superó a todos los escritores de la Iglesia griega en la am– plitud de su actividad literaria; en Occ,dente no se le puede comparar más que con Agustín. Lo que más atrae y seduce en los discursos de Crisóstomo es el fondo, no los recursos oratorios que él despreciaba; y tendía más a mover el corazón, que a persuadir al entendimiento. Sus sermones son largos, y aunque a veces duraban dos horas, el auditorio no se cansa– ba, porque era maestro en el_ arte de anirnar·e1 discurso con descripciones y comparaciones, y sabía relacionar el exordio y el fin con las situaciones de aquel tiempo, o d_aba variedad tratando de argumentos interesantes. Sus discursos y sus otras obras tienen, en su mayor parte, el carácter de homilías, Como exégeta, Crisóstorno busca en el texto bíblico el sign.– ficado histórico según los principios de la escuela antioque– na (véase p. 125, n. 0 2). Ningún Padre de la Iglesia ha expli- -cado el sagrado texto con tanta solidez y al mismo tiempo con tanta delicadeza y sencillez como él, y aun hoy día se leen sus homilías, no sólo con interés y provecho, sino también con pleno convencimiento. 5. En hom\lias seguidas, ha ex,;licado Crisóstomo un gran número de libros de la Sagrada Escritura; a esta clase perte– n~cen las 67 homilías sobre el Génesis; pwbablemente comen– tó todo el libro. de los S1lmos, pero sólo han llegado a noso– tros 60 comentarios sobre otros tantos Salmos, los cuales sun muy celebrados. Las 90 homilías sobre San Mateo y las 88 sobre San Juan fueron pronunciadas en Antioquía por el año 390. Crisóstomo era muy entusiasta de San Pablo, el cual se parecía mucho en el espíritu, y por eso explicó todas las epís– tolas del santo apóstol en homilías verdaderamente sublimes, entre los cuales sobresalen las que versan sobre la Epístola a los Romanos, San Isidoro de Pelusio (Ep. v, 32) ctice: «Si ~¡
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