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,,_ 7~ ~ § 39. San Epifanio de Satamln.t. 1. San Epifanio nació en Eleuterópolis de la Judea; en 1 su mocedad se dedicó, con gran aplicación, al estudio de las lenguas; pentáglottos, porque llegó a saber las lenguas griega, siriaca, hebrea, copta y parte de la latina. De regreso de su visita a los monjes de Egipto, fundó en su patria un convento, del cual fué superior por espacio de 30 años. En 367 los obis– pos de Chipre le eligieron, por su grande erudición y piedad, obispo de Constancia, la antigua Salamina, con lo cual quedó de metropolitano de la isla. Trabajó mucho por la vida mo– nástica aún después de ser obispo, y por la ortodoxia, anima– do constantemente de un celo ardiente, si bien demasiado tempestuoso y violento. Combatió siempre a Orígenes, por escrito y de palabra; y como los más apasionados secuaces de éste habitaban en la Palestina, fué Epifanio a Jerusalén el 392, y predicó contra él en la Iglesia de la Resurrección, hasta que el obispo Juan le impuso silencio, lo cual dió ocasión a una ruptura entre ambos. El año 399 Teófilo, patriarca de Ale– jandría, expulsó del desierto de Nitria a los monjes resabiados de origenismo, y una parte de ellos se refugió en Constantino– pla, donde fueron protegidos por Juan Crisóstomo. Instigado contra éstos por el astuto patriarca, marchó el anciano Epifa- n·o a Constantinopla, para servir a los designios de aquél; y sólo cuando las cosas habían llegado al último término, a sa– ber, al sínodo llamado ad quercum, conoció que había coo– perado a una mala obra, y se embarcó de nuevo con rumbo a Salamina, muriendo en el viaje, ti 403. Sus obras, son las siguientes: El •~tus» o sea Una exposición de la doctrina de la Santísima Trinidad, y en particular, de la divinidad del Espíritu Santo, aunque se explaya sobre otros puntos. Le escribió el 374 a ruego de los miembros de la comunidad ortodoxa de S:edra de Pamfilia, a la cual acabó de adherirse UJ1a fracción de los Pneumatómacos, y a estos reconciliados quería éi pre– cisamente robustecer en la fe, haciéndoles como echar anclas que los defendiesen del ímpetu de los vientos de la herejía, y de ahí el título de la obra. Al final de e,la, hay dos símbolos de la fe; el primero es del todo semejante al del concilio de Constantinopla que se dice en la Misa; parece haber sido lle– vado de Jerusalén a Constancia como símbolo bautismal poco antes de la consagración de Epifanio, y mereció la aprobación

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