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-54- tegro por Eonwetsch, y los fragmentos de los demils libros exegéticos colec– i:foñados por Hans Achelis. Bonwetsch, Studien zu den Kommentaren Hl– ppolyts, zum Buche Daniel und Hohenliede, Llps. 1997 § 28. Novaciano. 1. Novaciano, el cual, aunque bautizado con urgencia y no confirmado, fué ordenado sacerdote •a pesar de la opo– sición del clero en general y de muchos laicos • (Euseb., Hist. eccl. VI, 43, 14 y sgs.), gozaba en 250 de una posición muy distinguida en el clero romano; como lo prueban las dos car– tas (Cipr., Ep. 30 y 36) que él, durante la sede vacante y en su nombre, dirigió a San Cipriano, siendo en la cuestión de los lapsi completamente del parecer del obispo de Cartago, y reprobando el cisma de Felicísimo. Al ser elegido Cornelio obispo de Roma, en marzo del 251, el cual se mostraba muy moderado con los lapsi. Novaciano se puso al frente del par– tido rigorista en calidad de antipapa (el segundo que registra la historia, véase p. 108, n. 0 1), haciéndose consagrar por tres obispos itáliéos,; este cisma encontró luego secuaces aún en Oriente, y duró allí por espacio de algunos siglos. Los nova– cianos excluían para siempre de la comunión eclesiástica a los lapsi, y más tarde también a todos los que cometían peca– dos graves, llamándose a sí mismo los puros ( ); tenían además por no válido el bautismo de los católicos, y por lo mismo bautizaban a los que entraban en su secta. Acerca de la vida posterior y muerte de Novaciano, no se tienen noti– cias. El dato de que murió mártir en tiempo de Valeriana (Sócr.. Hist. eccl. IV, 28) no merece credibilidad alguna. 2. De la pluma de Novaciano salieron con seguridad, además de las dos cartas a Cipriano, ya mencionadas, cuaba tratados que nos han llegado bajo los hombres de otros es– critores. Jerónimo (De vir. illustr". 70) trae los títulos de una serie de obras que se han perdido. De los cuatro tratados di– chos, los «De Trinitate • y «De cibis iudaicis » van publicados con las obras de Tertuliano; los •De spectaculis • y •De bono pudicifüe», con las de Cipriano; los dos últimos fueron reivin– dicados recientemente por Carlos Weyman a favor de Nova– ciano.-El más célebre e importante de estos tratados es el «De Trinitate • , atribuído a Novaciano ya por San Jerónimo: es una excelente obra, ya se la considere en cuanto a la for– ma, ya en cuanto al fondo, y en ella se trata de cada una de
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