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- 47- no podrá obtener el reino de los cielos; al fundar Cristo su Iglesia en Pedro, dió a entender que quería que la unidad del edificio correspondiese perfectamente a la unidad del funda– mento. Compara además la Iglesia con la vestidura inconsútil de Cristo; «fuera de la Iglesia no hay salvación posible» y «no puede tener a Dios por ,:Dad re aquel que no tiene a la Iglesia por madre ».- En el trat!tdo «De lapsis» se lamenta de la apos– tasía de muchos hermanos durante la persecución, declarando que la confesión y una dura penitencia son los dos únicos ca– minos por los cuales pueden - llegar a la reconciliación.-EI tratado « De habitu virg_inun » da a las vírgenes consagradas - a Dios prudentes avisos sobre el lujo y el espíritu mundano. Se parecen mucho a los escritor de igual nombre de Tertuliano los tratados «De dominica oratione » y «De dono patienfüe», el segundo de los cuales intenta pacificar los espíritus excitados con motivo de la controversia sobre el bautismo de los here– jes. Eh el «~rnortalitate» consuela a los fieles en el tiempó de la peste, porque muchos cristianos de entonces no podían comprender cómo la peste hacía tantos estragos entre los fie– lts como entre los infieles; por eso Cipriano les enseña en este libro que la vida del cristiano debe ser una continua lu– cha, y les amonesta con el recuerdo del pró~mo fin del mun- do. . 4. La colección de carlas de Cipr,ano, documento muy importante para la historia de aquella época, comprende 81, de las cuales sólo 75 fueron escritas por él mismo. Las restan– tes fueron dirigidas a él o a la Iglesia de Cartago, figurando entre ellas algunas del clero romano y del papa Corne!io, de los años 250 hasta 253. Las que dirigió Cipriano a su clero desde el lugar donde se había ocultado a causa eje las perse– cución de Decio 1 fueron 23, otras 12 se refieren al dsma de Novaciano, y só o dos (74 y 75 a la controversia sobre el bau– tismo de los herejes. La cuarta trata de las mulieres subintro– ductae, y prohibe bajo pena de excomunión la cohabitación de los hombres con las mujeres. La 63°. combate el abuso que se había introducido en algunas iglesias, de emplear el agua en lugar del vino en la celebración de la Eucaristía. 5. Se ha atribuído a Cipriano un gran número de trata- dos, que injustamente gozan de su glorioso nombre, los cua– les están comprendidos en una colección, por desgracia in– .completa, en el tercer tomo de las obras de Cipriano publica– das por Hartel. Algunos de ellos han salido de la pluma de
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