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parte la forma de cartas, y se limitan a exponer a los fieles el rico tesoro de la revelación, sacando de ella exhortaciones morales, ateniéndose siempre y estrictamente a la Biblia y a la Tradición. En el siglo II entraron en la Iglesia mayor nú– mero de varones éruditos; además se excitó la opinión públi– ca corrtra los cristianos con todo linaje de calumnias, con el escarnio y con libelos difamatorios de los escritores paganos; finalmente; a causa de la propagación siempre creciente del cristianismo, el Estado romano, estrechamente unido a la reli– gión pagana, creyó más que nunca deber suyo proceder judi– ~ialmente contra la nueva religión, El resultado de todo esto fué que en este tiempo adquirió la literatura cristiana un ca– rácter apologético establecido sobre una base más científica. 2. Por su forma estos escritos son principalmente discur– sos trabajados segú·n las reglas de la retórica griega y destina– dos a ser presentados a los emperadores. Rechazan las calum– nias de los paganos, levantan el velo que cubre los absurdos_ y la inmoralidad de la mitología, y defienden especialmente el monoteísmo y el dogma de la resurrección. Prueban con sólidas razones que la filosofía pagana, apoyándose solamen– te en la razón humana, la cual está muchas veces bajo el in– flujo del demonio, no conoció de la verdad más que una par– te muy insignificante, y aun ésta mezclada con toda clase de errores; pero que el cristianismo posee la verdad en toda su pureza, porque en Cristo apareció sobre la tierra el logos o sea la sabiduría de Oios.-Demuestran la verdad de la doctrina cristiana por sus excelentes efectos morales, entre los cuales hacen resaltar el desinteresado amor de los cristianos para con los prójimos; la prueban además por el hecho de que los va– ticinios de los profetas y del mismo Jesucristo se han cumpli– do en gran parte, con lo cual se ha puesto de manifiesto que estaban inspirados por Dios, y por lo tanto, la otra parte de ellas, que se refiere a la divinidad del Salvador y al juicio uni– versal, merece igualmente completa fe. Para demostrar la ver– dad de la doctrina cristiana, los apologistas, y la antígua Igle– sia en general, no se apoyan mucho en los milagros de Cristo sino ante todo en las profecías. Otra particularidad de dichos escritores es fijarse en la trabazón aue existe entre el Antiguo y Nuevo Testamento; según ellos, el signific1do de los libros proféticos del Antiguo Testamento se ct..:scubre por medio del Nuevo, y el cristianismo no es una religión nueva y bisoña, puesto que Moisés vivio antes que los sabios y poetas griegos.

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