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-16- cío en su epístola dice: «Contienen la f~ y la paciencia, y toda edificación relativa a Nuestro Señor•. Estos son precisamente los rasgos característicos de las cartas que han llegado hasta nosotros, y en todos sus pasajes se revela el discípulo del Apóstol del amor. Una redacción más corta, que existe en si– riaco, y que fué publicada en 1845 por Cureton, no es más que un compendio de las cartas auténticas. 3. Lo quJ predispuso a los protestantes en contra de las cartas y lo que aun hoy hace que algunos de ellos se mues– tren refractarios a reconocer su autencidad, es la circunstancia de que dichas cartas suponen que, al frente de las comunida– des o iglesias cristianas, había obispos particulares, y conside– ran • esta institución. o ~sea el episcopado monárquico, como cosa corriente. En todas• las cartas, excepto en la dirigida a los Romanos, exhorta eI autor a conser– var la unidad en el seno de la comunidad; esta unidad la en– cuentra personificada en la unión estrecha con la jerarquía, que se compone, según él, generalmente del obispo, de los sacerdotes y diáconos. Así, por ej., dice (Smyrn. 8); «Seguid todos al obispo, como Jesús siguió a su Padre, y al presbite– rado como a los apóstoles; a los diáconos, empero, venerad– los como a una institución divina... Donde quiera que esté el obispo, esté allí también la muchedumbre, a la manera que donde está Cristo, está también la Iglesia católica• Aquí es donde por primera vez se ven usadas las palabras «Iglesia católica • para significar la comunidad de los fieles. - En cuan– al matrimonio, según Ignacio (Polyc. 5), sólo se debe con– traer meta gnomes tau episcopvu.-A la comunidad cristiana de los rom:mos la llarria (Rom. 1)procafemene tes agapesestoes cabeza de la alianza del amor o Iglesia universal. - La euca– ristía es para él farmacon atanasias y anUdoton ton me avota– nein (Eph. 20), y los docetas «se abstienen de la eucaristía y de la oración porque no conceden que la;rncarístía sea la carne de nuestro Señor Jesucristo • (Smyrn. 7). § 10. San Poticarpo. 1. Policarpo, que en su juventud había visto y oído mu– chas veces al apóstol San Juan, fué consagrado por éste, obis– po de Esmirna. Trató con el papa Aniceto (166 a 166) en Roma acerca del día en que había de celebrarse la Pascua de Resurrección, pero no pudo.avenirse con él sobre este punto,

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