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- 13- -?:- ) o & ~ a~ - § 8 San Clemente de Roma. l. Clemente, a quien San Poo.rn (Fil. IV, 3) llama colabo– rador suyo, fué, según Ireneo, ei tercer sucesor de Pedro en la silla de Roma (Pedro, Lino, Anocleto, Clemente); y según Tertuliano (De-pra:ecr. 32) fué consagrado por el mismo Pedro. Generalmente se hace concordar (1). estos dos datos, diciendo que Clemente fué en verdad cons3.grado por Pedro, pero que, en gracia a ia paz, cedió la cátedra a Lino. Las falsas Clementinas dicen erróneamente que pertenecía a la familia imperial de los Flavios, y fundándose en este falso dato se ha llegado hasta identificarle con el cónsul Tito Flavio Clemente, primo de Domiciano. 2. De Clemente no ha llegado a nosotrns más que una carta a la cristiandad de Corinto, de la cual usó abiertamente San Policarpo, y que, según la opinión más común hoy día, fué redactada en los últimos años del ernperndor Domiciano, o poco despúes. El texto completo de esta carta, y de otra segunda a los corintios (véase infra el n. 0 4), nos ha sido le– gado por el «Codex Hierosolymitanus » de Bryennios, al cual debemos también la «Didache ». Bryennios mismo la publicó según este códice, en 1875. Hasta entonces no había más que el «Codex Alexandrinus » bíblico, en ei cual faltan el fin de la primera carta (c. 58-63) y una gran parte de la segun– da (c. 12-20). Posteriormente el bened ictino Morín descu– brió en un manuscrito de Namur una antigua traducción lati.:. na de la primera carta y la publicó en 1894. La ocasión que motivó la primera C3.rta a los corintios fueron las diferencias que había entre aquellos cristianos: algunos miembros jóvenes de la comunidad se habían insu– rreccionado contra los presbíteros, y los depusieron, y al tener noticia de ello la Iglesia de Roma, escribió Clemente en nombre de ésta una carta a los de Corinto. Dicha carta se divide en dos partes; la primera (c. I-36) contiene avisos generales; la segunda (c. 37--61) trata de las controversias de los corintios, y con la comparación de la armonía de un ejército bien ordenado y de la ~structura del cuerpo humano, como también de la jerarquía en el Antiguo Testamento, exhorta a la obediencia y sumisión a los superio– res eclesiásticos, establecidos por los apóstoles y sucesores de éstos. Como conclusión (c. 62 a 65) se expresa la confian- (1) Así lo hizo ya Epipha,¡ius, Hrer. 27, n, 2

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