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divide en tres partes. La primera (c. I-6) da una ojeada so– bre la moral cristiana bajo la alegoríacfe""dos caminos, el de la vida y el de la muerte: esta parte estaba destinada a la ins– trucción de los catecúmenos, y se aprovechó de ella el autor de la epístola de Bernabé (c. 18-20) y, como ya se ha dicho , nos ha llegado separada del resto del libro. La segunda parte (c. 7-10) es de carácter litúrgico; trata del bautismo eq el cap. 7, de 1.os ayunos y la oración en el cap. 8, y de la Euca– ristía en los cap. 9 y 10.-La tercera parte (c. 11-15) versa acerca del derecho canónico; regula las relaciones y trato entre los miembros de la comunidad, especialmente en lo que afecta a los superiores eclesiásticos, a los apóstoles misione– ros o evangelistas, profetas y doctores. La conclusión (c. 16) exhorta a la . vigilancia, con una alusión al inminente juicio final.-Mientras algunos, fundándose en qué la comunidad cristiana está representada en la Didache tal cual en las car– tas de los apóstoles, atribuyen la composición de este libro, con gran verosimilitud, al último decenio del siglo I; otros, como Harmck, la colocan en la primera mitad del siglo II.– Su patria debió ser alguna región de Siria, en todo caso Pa– lestina. § 7 la epístola de Bernabé. o- '7 1. Con el nombre de Bernabé nos ha sido transmitida una carta que toda la antigüedad adjudicó a este apóstol. Los últimos cuatro capítulos y medio, antes del descubrimiento del «Codex Sinaiticus » (en 1859, por Tischendorf), no seco– nocian más que en su texto latino. Esta epístola se divide en dos partes, una dogmática y otra moral. La primera (c. 1-17) trata de la importancia y val or del Antiguo Testamento; la S!:- . gunda (c. 18-21), a semejanza del principio de la Didache, des.cribe dos Cé_YJJULOS los cuales se llaman aquí, de la luz y de las tinieblas. Acerca de la Antigua Alianza emite el autor un juicio desdeñoso, diciendo que las disposiciones de Dios acerca de los sacrifici<?S, la circuncisión y la comida hábían de interpretarse en un sentido . espiritual y más elevado; en lugar de sacrificios exteriores requería Dios un corazón contrito, y en vez de la circuncisión de la carne, más bien la del corazón y los oídos. Pero los judíos, guiados por un mal espíritu, ha– bían tergiversado la voluntad de Dios, interpretando y cum- • pliendo la ley al pie de la letra. Siguiendo este modo de ver,•
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