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- 135- dió; Angli sunt; a lo que él respondió: Angeli fíanf. Con et consentimiento del papa, se embarcó de secreto con rumbo a Inglaterra para evangelizar aquel país, pero, a ruegos del pue– blo romano, unos correos le llevaron otra vez a Roma. Al mo- . rir el papa Pelagio II víctima de la peste, el 590, fué elegido 'Gregorio sucesor suyo, por el unánime voto del senado, del clero y del pueblo; pero no se decidió a aceptar tan alta dig– nidad, sino tras ' largas dudas Y. vacilaciones. 2 Gregorio, según dice el mismo (Registr. I, 4), tomó en sus manos el .gobernalle de la navecilla de Pedro en ocasión ·.• en que las olas la batían por todas partes, y cuando sus tablas corrompidas, no pudiendo resistir al incesante embate· de la · tempestad, anunciaban con sus crujidos un próximo naufragio. En Italia hacían estragos la peste y el hambre; Roma se \ eta oprimida por los longobardos, la provincia eclesiástica de Mi– lán se obsti naba cada día más en el cisma a causa de la conde– nación de los tres capítulos y asomaba su torva frente el cisma griego. Gregorio intentó encadenar la tempestad, y lo consi– gu:ó mostrando una rara firmeza en llevar adelante las cosas necesa rias, y una amable condescendencia para dictar acuer– dos sobre las que no lo eran , con tan grande acierto, que casi nunca se vieron hermanadas, como en Gregorio, en un solo hombíe estas dos cualidades de carácter. Con su culdado de aliviar la miseria social, con el valido apoyo que prestó a Roma, defendiéndola de los longobardos, y más tarde con la alianza que pactó con la reina de éstos, Teodolinda, hizo que tácitamente se le reconociera como jefe político de la ciudad, y preparó el camino a la soberanía temporal del pontífice. Veía claramente que las naciones germánicas serían en lo porvenir dueñas del mundo, y por esto las alargó su mano protectora. Cuando al patriarca de Cum;hntinupla, Juan el ayunador, le fué dado por los demás obispos el título de «patriarca ecumé– nico » y no quiso ya abandonarlo a pesar de las exhortaciones de Gregorio (1), éste adoptó para sí el humilde título de Ser– vas servorum Dei. Grande fué la alegría que experimentó por la conversión de Inglaterra, a donde había enviado al abad Agustín con 40 monjes; pues el rey Etelberto de Kent se hizo (!) LQ.? patriarcas de Constantinopia no se dieron a sí misrro; el título de ecuménicos hasta el año 800, pern este título les fué dado a menudo por otros; auténticamente por primera vez en 518; lo mismo sucedió en tiempo de Juan el ayunador; véase Funk en ,,Theo!. Quartalsctrrift", Tub. 1889, p. 346 y sgs.
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