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-125- tenidas por auténticas durante toda la Edad Media; es más, fueron honradas casi al par de la Sagrada Escritura. Las co– mentaron los más grandes hombres, como Tomás de Aquino; sirvieron de guía a los escolásticos en sus especulaciones so– bre. la esencia de Dios y las jerarquías de los ángeles, y a los místicos, de luz para andar por las obscuras e intrincadas sen– das de la contemplación. Pero bs humanistas mimaron lá cre– encia que se tenía de su autenticidad, creencia que hoy e:>tá completamente abandonada (1), a pesar de que Hipler de Braunsber intentó librar al autor de la tacha de una deliberada falsificación; opina éste que el autor vivió en el siglo IV en Egipto (¿D\onisio de Rhinocorura?), y que sus obras habían sido modificadas en el trancurso de los siglos y adaptadas a la persona del Areopagita; para sostener esta opinión trae el ejemplo de la palabra ek!efpseos, que afirma era eklimpsé:os en el original (In Ep. 7, 2), y dice que el autor no había visto eclipse alguno de sol, sino, con~o Constantino, una cruz que brillaba maravillosamente. Draseke, Langen y Nirschl siguieron la opinión de Hipler; pero, gracias a las luminosas investiga– ciones de Koch y Stiglmayr, que demostraron claramente que el autor conocía las obzas del neoplatóneco Proclo (t 485), parte de las cuales introdujo literalmente en las suyas, se ha establecido como indudable que los escritos del llamado Areopagita debieron ser redactados por el año 500, y que el · autor les puso el fdlso nombre de Dionisio apostólico, con el intento de procurarles mayor difusión, lo cúal consiguió plena– mente. También hace creer que tales obras pertenecen a ese tiempo la circunstancia de que. el autor conoce la costumbre de cantar el Creáo en la Misa (De eccl. hierarch. 3, 2), cos– tumbre introducida por los monofisitas en Antioquía el 476 y seguida después por los ortodoxos. -La patria del autor pare– ce que fué la Siria; su estilo es suim.mente idiosincrático y obscuro; el Ps::ujo -Dlo:1isio tonn sus expresiones con prefe– rencia del lengüaje de los misterios, y se deleita en neologis– mos y construciones artificiosas. (1) Finalmente José de ¿eonin, O. M. Cap. (Jahrbuch für Philosophie u. spekuiative Theologie 1902, p. 282 y sgs,; 1903, p. 419 y sgs.), abogó en favor de la autenticidad. 9

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