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tiles de los primeros nmos, que con vocac10n misio– nera inauguran el Colegio-Seminario, se estremecen y parecen sentir vocación maternal. Comienza a crecer para cobijarlos: primero un piso más; después dos pisos; más tarde una potente ala al norte en lo que fue cementerio. Eran 130 niños. Cuando llegaron a 250 tuvieron la gallardía de subirse otro piso y alar– garse por el sur. -¿Quién sostiene económicamente todo esto? Era y es la pregunta cotidiana de los visitantes. Quien se acercaba a la portería del Convento leía en una hermosa placa: "Tu Providencia y nuestra fe mantendrán esta casa en pie". Este letrero destruido en 1936, era una viva profesión de fe y de esperanza. El Santo Cristo jamás ha fallado. Seminario gra.Luito y sin pensiones estatales, ha recibido y seguirá reci– biendo, como verdaderas dádivas del Cielo, abundan– tes limosnas y donativos de personas, muchas veces desconocidas, que oyen la voz del Santo Cristo en sus corazones: "Dad y se os dará en abundancia". Los religiosos del Convento se entregan con ardor desde hace sesenta años a esta nueva tarea de enseñar y formar a los futuros sacerdotes y misioneros. Labor ardua, difícil y pesada, en la que hay que ponP.r a f'.on – tribución derroche de valor y esfuerzo. 57

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