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V EL SEMINARIO Una mirada al edificio conventual desde su entrada norte, nos hará apreciar sin esfuerzo dos cuerpos uni– dos por la iglesia. El de la izquierda es el monasterio o morada de los frailes, que hace cuadrilátero con la iglesia al oeste. Levantado en tiempos de Felipe IV, que gustó de construir puntos de reunión y descanso en los altos del monte, por devoción al Santo Cristo hizo construir uno adosado a su iglesia a nuestra derecha o parte poniente, de una sola planta, formando otro cuadrilá– tero con la iglesia al este. Cerraba este cuadrilátero por su parte norte una pared de mampostería, y en el patio central albergaba el cementerio del pueblo. Cuando en 1896 los religiosos toman posesión de este edificio tres veces secular, una idea luminosa y fecunda comíeza a dar vida a estos muros abandona– dos: "Serán convertidos en Seminario de futuros sa– cerdotes capuchinos". Como por encanto comienzan estos muros a cobrar vida. Cuando en agosto de 1910 oyen las voces infan- 56