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El convento, con sus dos siglos y medio de existen– cia y de ellos más de medio deshabitado, hubo de ser seriamente reformado conforme a los planos hasta ahora conservados. El aljibe del patio central se agran– dó hasta la profundidad de once metros por seis de ancho en su base, conservándose algunas galerías sub– terráneas y cegándose otras. La empinada cuesta, que desde el puente de capu– chinos sube hasta el Santuario, se vio de nuevo fre– cuentada por devotos del Santo Cristo, algunos a pie descalzo y de rodillas otros. Y pronto las paredes de la Capilla viéronse cubiertas de piadosos exvotos, tes– timonio de las innumerables gracias y milagros por él concedidos. Merece destacarse la recibida por el pueblo de El Pardo con motivo de la gripe de 1918, que sembró la muerte por toda España, convirtiéndola en una gran funeraria, que no daba abasto para enterrar a las víc– timas. Los vecinos de El Pardo acudieron ansiosos a su Santo Cristo y el contagio no entró por las puertas de sus casas. Fue, quizá, el único pueblo de España que no pagó su tributo de muerte a la peste. Terminada ésta, el pueblo en masa acude de nuevo al Santo Cristo, ahora para dar gra()ias. Después de terminada la Misa Solemne, por una súbita expresión de fervor comunitario, el Santo Cristo es llevado y aclamado por las calles del pueblo como en un nuevo Domingo de Ramos. Las madres, con lágrimas de re– conocimiento; le presentaban los niños de pecho en testimonio de perpetua memoria. 53
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