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nir a España, delegado por el Papa, para hablar al Rey, sin pensar en lo largo y penoso del trayecto. Sor– teando la persecución de los de Osuna, decididos a interceptar el viaje del Capuchino, llega tras mil peri– pecias e indecibles sufrimientos a Barcelona. Desde allí hubo de seguir el viaje a pie hasta Madrid. En Madrid no encontró al Rey, y renueva su caminar hasta Lisboa, donde cumple su embajada, salvando Nápoles para España; y él, por efecto del agotamiento, entrega allí mismo su alma a Dios el 22 de julio de 1619, el mismo día que cumplía sus 60 años de edad. Sus res– tos mortales descansan en Villafranca del Bierzo (León), en la iglesia conventual de la MM. Clarisas. 46
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