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Podemos pasar ya al gran Salón de Embajadores. Sin prisas observamos sus doce tapices, cinco de ellos de Goya, y su rico ajuar: mesa grande central con sillas estilo imperio, dos grandes arañas, cinco relojes, ánforas y dos espejos. El teatro. Por un pasillo donde admiramos un tapiz, "fiesta campestre", nos introducimos al teatro cons– truido por Carlos IV, ahora restaurado que resulta un agradable salón de estilo neoclásico, con elegante tri– buna, y algunas pinturas. Escalera de salas oficiales. Volviendo al vestíbulo de la entrada principal, subimos ahora por la escalera de la izquierda hasta la primera sala de espera. Espe– ramos contemplando sus cinco tapices y las pinturas del techo, así como la mesa central y sillería de época isabelina, araña, candelabro y relojes. Nos invitan a pasar al antedespacho de su Exce– lencia, el Jefe del Estado. Esta es una de las más bellas salas del Palacio. La colección de tapices repre– senta escenas de pesca. La enorme araña con figuras de bailarinas hace juego con los relojes, candelabros y consolas. Podemos sentarnos en preciosos sillones alrededor de la gran mesa observando las pinturas del techo. Por fin, entramos en el despacho del Jefe del Estado. Ahora su Excelencia está ausente. Nos encontramos ante una histórica mesa de despacho, estilo imperio, con sillones de época isabelina. El techo está adornado, además de algunos estucos, por una gran araña, que ilumina la estancia. Las paredes están adornadas por la serie de tapices titulada, "batallas del archiduque Alberto", regalo de su cuñado, el Archiduque, al Rey Felipe III. 34
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