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miento prehistórico. Este monte con sus alrededores era un paraíso de caza en la Edad de piedra, un gran parque de fieras en donde se paseaban los rinoceron– tes y mamuts y los hipopótamos se bañaban en sus lagunas. Por otra parte El Pardo es eso que contemplan nuestros ojos: Un gran Monte de caza, donde cada colina y cada rincón tienen un nombre y una historieta. Un magnífico Palacio, cargado de historia; y un Pueblo humilde y laborioso que cobija el Palacio. Diseminadas por las colinas del Monte blanquean las 26 casas, que albergan a los 42 vigías o guardas, que de generación en generación se van trasmitiendo las crónicas curiosas de cada valle. De este Monte se desgajaron varias fincas, como la de Viñuelas, la de Valdelatas, Moraleja y El Goloso. Hemos de cosignar que hoy, gracias a la iniciativa de Alfonso XIII el Monte no es ya todo caza. Se ven cultivadas 500 hectáreas de secano y otras 100 de re– gadío, amén de nutrida ganadería. Ese Palacio que ves y ya conoces, y que Don Alfon– so XIII acaba de restaurar, preparándolo para acomo– dar a su prometida la Princesa Victoria Eugenia de Battenberg, con ocasión de su matrimonio en 1906, ha sido habitado por todos los Reyes y Reinas desde Felipe II. Ahí Felipe IV anuló la privanza y poderío del Conde Duq_ue de Olivares. Ahí posaron antes de sus bodas las Reinas María Cristina y Victoria Euge– nia. Ahí falleció Alfonso XII el 25 de noviembre de 1884. Ahí habitó la exemperatriz Zita, viuda del Em– perador de Austria Carlos I, padres de Otto de Austria, escritor de gran relieve y enjuiciador de hechos de nues- 23
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