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Se nota, a menudo, cierta falta de participación en los capítulos locales, cuando se trata de comunicar la propia vivencia religiosa. Es práctico, para remediarlo, repartir el orden del día con algún tipo de cuestionario sobre dicha experiencia en el aspecto comunitario, y en el individual, si parece conveniente. Si el guardián es el primero en la comunicación de su experiencia religiosa, por fin se rompe el hielo. 3. ¿Qué significa ser animador de la fraternidad?¿ Se puede compagi– nar la animación con la autoridad? ¿Con la obediencia? Un grupo se pregunta: ¿Qué poder real tiene la autoridad? La Iglesia habla, ridículamente, con un lenguaje de poder, cosa que no tiene; tiene autoridad, pero no poder. Convendría aceptar la "minoridad" en sentido de autoridad, hoy más real que nunca. Se puede compaginar animación y autoridad, salvo en casos que son problemáticos. Y el problema es que te topas con personas concretas: todo se entiende desde una conversión a valores de vida que hemos asumido. Pero hay hermanos que son casos patológicos o casi patológi– cos. Para compaginar animación, autoridad y obediencia, será bueno crear el ambiente del tú a tú, comenzándolo el superior en los "momentos gratuitos", dando coraje, ánimo, esperanza, siendo acompañante y no maestro espiritual como un experto. 4. Y si el guardián es el animador de la fraternidad, a él ¿ quién le anima? Mirar, acoger, vivir... Le favorece el que viva con los ojos del Espíritu Santo, porque todo está envuelto por la fuerza del Espíritu. De lo contrario, descolocaremos el corazón de la tarea del guardián. Seguir a fondo todo lo que sostiene nuestra vocación religiosa: vida espiritual fuerte, escucha de la Palabra. Puede ser importante ayuda de la "dirección espiritual" que le acompañe en su propio "caminar cre– yente". 72
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