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"quien mucho abarca, poco aprieta". Y a nosotros nos puede suceder eso. * El Definitorio, el Ministro provincial, deben apoyar al máximo a los superiores nombrados, o aceptados por ellos -según Provincias diferentes-. No hay cosa más nefasta que un hermano pierda la confianza en sus superiores inmediatos. Cuando yo era cabo en la mili, tuve que aprender de memoria para llegar a tal grado un solo artículo: "El cabo, como jefe más inmediato del soldado, se hará querer y respetar por él". Para que esto suceda, el cabo nunca debía defraudar al soldado. Lo aplico también esto en la relación Provincial, Definitorio y superiores locales. No podemos prometer apoyo al comienzo de los Capítulos provinciales y luego desentendernos de las peticiones de auxilio que llegan de los guardianes en sus tiempos difíciles. Creo que entendemos lo que deseo decir. * Hacer que nuestras casas no sean tan complicadas. Si una parro– quia, un colegio, cualquier otra actividad apostólica hiciera demasiado complicada una Fraternidad, deberían replantearse muy seriamente estos apostolados. Nosotros, que evangelizamos desde la fraternidad, necesitamos un tipo de estructura existencial que tienda hacia la senci– llez, el contacto fraterno. Es muy importante que los diversos hermanos estén contentos y distensionados en las casas que habitan. El escritor norteamericano Henry D. Thoreau dijo en su más famoso libro: "Nues– tras casas suelen ser tan complicadas que, en lugar de alojarnos, parece que nos tienen presos" 82 • ¿No nos sucede a nosotros lo mismo? ¿A ti, como superior capuchino, te parece lo suficientemente sencilla la casa que te ha tocado guiar? * Se debe cambiar a los hermanos de fraternidad de vez en cuando. No podemos crear hermanos insustituibles. No es justo que unos cam– bien siempre y otros no se muevan nunca. Creo que la "oxigenación" viene bien en esta vocación franciscana tan poco amante del apego a los lugares. Sólo así los superiores locales no se toparían con hermanos que mandan más que ellos mismos. Sólo así acabaríamos con esa injusticia 82 TttoREAU, H.D. Walden, Barcelona, Parsifal 1989, 45. 68

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