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Se oye comentar, en los bajos y oscuros fondos de la murmuración conventual, que muchos buscan este oficio de ser superiores con empe– ño. Dicen esas malas lenguas que pueden hacer lo casi imposible de imaginar para conseguirlo: "¡ay, quién pudiera subir a esa guardianía!", ¡ay, quien pudiera escalar hasta aquella otra!, ¡y aquélla, comparable a una sede episcopal! ... ¡ay, quién la tuviera!... Dejo el cuento en ese sitio quieto. Lo que sí se suele afirmar igualmente, y esto con aires de conocimiento más científico, desde la psicología moderna, es otra cosa. Se trata de que una persona, a una cierta edad, cuando los valores de la juventud le flaquean, cuando ya no tiene capacidad de recibir la atención afectiva que antes recibía por los dones naturales que ahora ya no posee... ¡Esa persona se puede agarrar a un clavo ardiendo! Entonces se aferrará al poder y no lo soltará, porque su ansiedad se lo impide. Podemos representar esta escena en la imagen de un hombre que se va hundiendo poco a poco en un pozo y se aferra como puede y a lo que puede. Trata de agarrarse desesperadamente a lo que sus manos puedan alcanzar, aunque sea a una zarza con espinas. A pesar de estos presupuestos, supuestamente existenciales, el oficio de superior local es duro. Ser religioso capuchino en nuestra situación actual sigue exigiendo dosis altas de sacrificio. El cargo de guardián añade más dosis a este sacrificio. Y en la paga que uno recibe por esa "carga" no se nota mucho suplemento, o "plus" como dicen nuestros empleados de hoy día. Recuerdo que mi padre tenía en el pueblo el cargo de juez. No cobraba nada. En todos los líos se metía por las discusiones que montaban los demás. Yo, para explicarle a mi madre esto del oficio de superior capuchino le decía que era algo parecido a ese cargo añadido que tenía mi padre en el ayuntamiento del pueblo: a uno le toca todo, cobrando todos el mismo salario. En nuestras comunidades no es infrecuente que el peso de lo fraterno recaiga sólo en una o en dos personas. A muchas cosas, situaciones, problemas se las suele encuadrar en el requetesabido dicho de: "Esto, eso, lo otro..., yo tranquilo..., ¡son problemas del superior, allá se las apañe él!". 60
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