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De cara a todos los hermanos, sea éste o no superior, una regla de oro sería ésta: en nuestras relaciones nunca un sentimiento de superioridad o de dominio. De hecho, el auténtico superior, en palabras de Francisco, es el Espíritu Santo. Es decir, tanto el superior como los demás hermanos de la fraternidad deben dejarse interrogar por el Espíritu y discernir lo que mejor convenga para todos. Resulta fundamental que el hermano responsable sea capaz, para dinamizar una fraternidad, -además de la originalidad- de animar a crear un clima de aceptación, ya que eso favorece el equilibrio y la serenidad de las personas. Hay muchos medios para animar una fraternidad. Subrayo los si– guientes; seguramente aparecerán -algunos de ellos- más adelante: A nivel espiritual - El superior tiene que animar al hermano en su proyecto personal dentro del gran proyecto de la fraternidad. - El superior tiene que animar a los hermanos en la participación de los diversos temas espirituales, así como en el intercambio de experien– cias. - El superior tiene que animar a los hermanos en la revisión de vida, según nuestro carisma, como también en las lecturas espirituales, ejer– cicios, etc. - El superior tiene que animar en la orientación litúrgica. A nivel de misión - Es importante la experiencia personal de los hermanos en el campo pastoral; por eso, la experiencia pastoral debe ser comunicada y valorada por todos y, si es posible, mejorada y fortalecida. A nivel de organización comunitaria - El hermano guardián, con su discretorio, dará una estructura de tipo interno, adecuada a la fraternidad, que ayude a todos. 48
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