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Por lo tanto, síntomas de una gran madurez. 2. Animador En relación a la palabra "animación", comenzaremos por el verbo "animar". Animar significa infundir el alma (a un ser) dotado de vida, o sea, dar vida o expresar vida, del latín animare. De aquí que el animador es el que intenta dar ánimo, coraje, vida a aquellos individuos que el rodean. Esta es la responsabilidad que le toca al hermano que ha sido escogido como superior local o guardián. En nuestra fraternidades hemos de olvidar, mejor dicho, desterrar el binomio superior-súbdito, el de unos que mandan y otros que obedecen. Sería mucho mejor que todos se esforzaran en obedecer la voluntad de Dios, que se manifiesta en una multiplicidad de formas y variedad de circunstancias. Dentro de este esquema, el guardián tiene la tarea de animar el sentimiento de lo que nosotros llamamos huella de Cristo, incrementando el testimonio de fraternidad evangélica, operando con oportunas motiva– ciones y recordando, sobre todo, los objetivos principales ya sea de la vocación personal como de la comunitaria. En este sentido, el guardián tiene que actuar como maestro de vida espiritual; por lo tanto, tendrá que interesarse en que crezca la vida espiritual en la fraternidad y a beneficio de los hermanos a él encomen– dados, haciendo uso de una gran sensibilidad y respeto. Es mucho más importante apreciar en el guardián una cercanía de hermano y de acompañante que no de experto. El acompañar es un estar atento al otro, un estar con él. Es una presencia moral que da coraje y te prepara para una cierta disponibilidad. Es decir, en virtud de este hablar y escuchar, uno se puede sentir más motivado para participar en la corresponsabilidad fraterna 54 • 54 Una imagen teológica del superior como acompañante la encontramos en el libro de Tobías, ce 4-7. 47
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