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5. La Formación Permanente Por último, pero no menos importante, está el tema de la Formación Permanente; y puesto que ya se ha escrito y hablado mucho sobre ella, me voy a limitar a unas pocas reflexiones. Al hablar aquí de la Formación Permanente, no me refiero tanto a esos niveles, ya organizados, de capacitación laboral o institucional -espiri– tualidad, teología, etc.-, sino a la capacidad de ver la realidad, nuestro presente, como un momento de gracia. Aún más, sentirse a gusto en nuestro hoy cultural, social y religioso, con la inquietud de conocerlo, para poderlo entender, amar y servir. Se trata de adquirir ese talante de apertura que nos permita ver en el presente la manifestación de Dios. La llamada a ser hermanos y formar una Fraternidad se da siempre en el presente; por lo tanto, nuestra respuesta, encarnada en esta Forma de Vida que intentamos construir, tendrá que ser actual. Animar a los hermanos a acoger el presente con cariño y ternura, utilizando los medios a nuestro alcance, puede ser un servicio de "Formación de permanente actualidad", que transforme a la Fraternidad en un grupo significativo para cuantos nos rodean, de lo contrario nos podemos quedar en simple objeto arqueológico, interesante solamente para un reducido grupo de expertos. Conclusión Tal vez no he dicho nada que no supiéramos. Pero en el supuesto de que así fuera, me cabe la satisfacción de haber contribuido a remover algunas de esas preguntas importantes, que están continuamente formu– lándose sin, ni siquiera, intentar buscar respuestas; y una de ellas es la animación de la Fraternidad por parte de los guardianes. Aunque soy consciente de que estamos en una época de crisis, donde los horizontes se desdibujan y apenas podemos dibujar certezas, estoy convencido -por la lectura de la historia franciscana- de que es uno de los momentos en que la figura del guardián más se acerca a las primera 34
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