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Pero no bastan esas actitudes para que la relación personal se pueda dar. Además hace falta no tener predispuesto un cliché sobrelos otros y saber comprender su situación en armonía con la Fraternidad. Podríamos concretarlo en: • Saber escuchar: Tratando de ser receptivos a lo que nos dicen, sin interpretar desde nuestros esquemas mentales ni prejuzgar lo que nos proponen, dando la sensación de que estamos interesados en lo que nos manifiestan por ser un bien para ellos y para la Fraternidad 38 • • Saber valorar: Aceptando al hermano como amado de Dios y, por tanto, con un valor que escapa a nuestras percepciones, siempre cortas e interesadas. Si partimos de nuestros conocimientos sobre su vida, sobre todo si la consideramos negativa, difícilmente podremos esperar algo de él, y menos que pueda contribuir al crecimiento de la Fraternidad. Aunque nos cueste, hay que intentar salvar lo salvable, parcelando nuestra percep– ción y reconociendo sus facetas valiosas, al mismo tiempo que le ayudamos a recuperar las otras 39 • • Saber situarse en la vida del otro: Para mantener una buena relación personal no basta con valorar al hermano con el que estamos dialogando. Hay que dar un paso más y ponerse en su situación, para comprender el alcance de lo que nos está revelando; lo cual no quiere decir que estemos siempre de acuerdo. El hacer un juicio de nuestras posiciones, creyendo que son objetivas y, por tanto, las únicas reales, puede llevarnos a no saber entender a nuestro interlocutor, falseando la percepción y haciendo improductivo el diá– logo. • Remitir a la Fraternidad: El contacto individual con cada uno de los hermanos es imprescindi- 38 Carta a fr León l -4 39 Carta a un Ministro 5-7 29 ---------------------------------·---- -------- --

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