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y sea más posible. Pretender que lo cotidiano sea permanentemente original es imposible; pero hacer de las celebraciones de la Fraternidad una rutina guiada por la "gallofa" es desaprovechar esta posibilidad de actualizar nuestra fe y su celebración. 2. Las relaciones personales A los más jóvenes les podrá parecer una evidencia que los guardianes traten de animar a los hermanos, hablando con ellos de una forma personal. Sin embargo, la historia casi reciente de nuestras Fraternidades nos dice que no era así. La relación del guardián con la Fraternidad era institucional y sólo en algunos casos contados se hablaba personalmente con los hermanos en una especie de dirección espiritual. Digo esto, en parte, para justificar los temores que nos asaltan a los guardianes a la hora de mantener unas relaciones personales serias con todos los hermanos que forman la Fraternidad. Temores que muchas veces camuflamos con la excusa del respeto a la intimidad, la responsabilidad de cada uno o la falta de aceptación. El primer gesto de buena voluntad, para poder entablar unas relacio– nes serias con los hermanos, es la decisión de vencer los obstáculos que las impiden: exceso de trabajo, incapacidad de entrar en la vida de los demás, no saber acotar la parcela de lo personal sobre la que dialogar, mantener una actitud indagatoria y no de intercambio de experiencias. Aunque haya que ser conscientes del puesto que ocupa el guardián en la Fraternidad, su actitud en el ejercicio del diálogo personal tiene que ser llana y sin ramalazos de autoritarismo 37 , tratando de acoger a todos por igual y disimulando las posibles atracciones o repulsiones naturales que pueda sentir hacia los hermanos. Tampoco se trata de montar el espec– táculo interpretando una falsa campechanía. Cada uno es como es y, en la medida de lo posible, debe mostrarse así; cosa que a la larga se agradece. 37 2 Regla 10, 5·6 28
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