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dominio, sino en la aptitud para servir y ponerse a disposición de los demás en el camino del Evangelio que la propia Fraternidad ha elegido como la forma más sensata de seguir a Jesús 31 • En este sentido la Fraternidad, como ámbito de obediencia 32 , es lo que nos abre a la voluntad de Dios. El Evangelio vivido en Fraternidad es el punto de referencia para todos los hermanos; por eso es necesario asegurarlo por encima de los vaivenes de la propia voluntad, eligiendo a uno de los hermanos, para que haga viva y coordine esta obediencia de todos y cada uno al Señor. La figura del guardián está puesta en medio de la Fraternidad no tanto como un líder que modela y arrastra a los demás a través de sus propias ideas, sino como el servidor que recuerda lo prometido al Señor, ayuda a realizarlo y conforta en la debilidad; éste es el único poder evangélico que tiene la autoridad de los guardianes: hacer eficaz la obediencia de todos los hermanos al Evangelio. Si la autoridad no es un privilegio, tampoco se puede ejercer de forma vergonzante. El guardián que empieza a dudar de la eficacia de su ministerio, tratando de justíficar su actitud con la confesión de que "es uno más de la Fraternidad", no sólo renuncia a su responsabilidad ministerial, sino que se incapacita para ayudar al grupo. Esta especie de "asambleísmo" que desprecia toda autoridad por considerarla superflua, en el fondo no es más que un desconocimiento de que la vocación de la Fraternidad a la "Vida del Evangelio" se ejerce de dos modos: desde la obediencia caritativa 33 y desde la autoridad servi– cial; dos formas de obediencia o apertura que se complementan; por lo que no tiene sentido contraponerlas y, menos, hacerlas excluyentes. d) Actitud paciente y optimista El oficio de guardián, para ser eficaz, tiene que basarse en la fe. Dicho 31 1 Regla 5,9-12 32 2 Regla 2,11 33 1 Regla 5,15 - - -- ----- --·-------~ 25

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