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Es una tarea difícil, pero necesaria, por cuanto que nuestras Fraterni– dades -debido a la edad, pero no sólo- tienen una querencia especial al pasado. * En relación con la Provincia y la Orden Las Fraternidades locales, a pesar de ser el lugar concreto donde se realiza nuestra "Vida del Evangelio", no pueden permanecer tan cerradas y autónomas, que olviden su pertenencia a una Fraternidad Provincial y mundial. Los cambios sociales y religiosos afectan al conjunto de las Fraternidades, tanto en su organización como en su función significativa. Por eso hay que saber percibir en qué situación concreta se encuentra nuestra Fraternidad dentro de ese mosaico formado por la Provincia y la Orden, ya que podemos estar equivocados creyendo que formamos parte armónica de esa Fraternidad más amplia, cuando, en realidad, somos un coto cerrado que desdice del conjunto. * Caminar con sentido Una consecuencia práctica de lo percibido anteriormente es la orien– tación, tanto de vida como de apostolado, que se debe dar a la Fraterni– dad. Generalmente es un trabajo ingrato, porque "no estamos por la labor" de imaginar -y menos de realizar- nuevas formas de vida y ministerio más acordes con la realidad actual. Más bien somos "conser– vadores" y culpamos de la progresiva languidez de nuestras vidas y actividades al descreimiento de la sociedad, que no sabe apreciarnos. Aun reconociendo nuestras limitadas posibilidades de cambio, siem– pre podemos acercar un poco más al presente -lo que entendemos por renovar- nuestra forma de vivir y de servir. c) La autoridad como servicio de obediencia La autoridad que ejerce el guardián -ya lo hemos dicho- no es un privilegio, sino un servicio. Puesto que sólo se puede creer desde la libertad, desde una aceptación voluntaria de los valores propuestos en el Evangelio, la eficacia de la autoridad evangélica no habrá que buscarla tanto en la capacidad de 24

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