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medios de comunicación social en nuestras fraternidades. 3. El papel del superior ha cambiado. Es distinto al que ha vivido en siglos pasados. Ha sido un cambio tan grande, que su función requiere una revisión constante para actualizarla. 4. Hoy día se apela urgentemente a la responsabilidad personal, a la iniciativa en la caridad y en el servicio. Hoy día se apela a la disponibi– lidad espontánea de cada uno de los miembros de las comunidades. No hay que "esperar a que me manden". Si la autoridad en el voto de obediencia ha caído en pro de unos derechos humanos, en pro de una igualdad, es cierto que este "vacío de poder" ha de traer consigo una llamada supernecesaria a la disponibilidad, a la iniciativa personal en el servicio. El diálogo es un valor decisivo dentro de cualquier tipo de relación social. Por ese motivo, la vida religiosa necesita el diálogo para su buen funcionamiento. La palabra "diálogo" es relativamente moderna. Nunca, al menos, había tenido la importancia que ahora se le concede. Por eso se ha gastado prematuramente. Ha vivido mucho en poco tiempo. Dice Severino-María Alonso que "el diálogo, rectamente entendido, no sólo no es contrario a la obediencia ni al ejercicio cristiano de la autoridad, sino que es una condición indispensable para el recto ejercicio de la autoridad y para la verdadera obediencia... El diálogo no es órgano de decisión, sino de consulta. No pretende decidir, sino ofrecer y presentar los elementos de juicio para que el superior legítimo decida según las normas de las Constituciones o del Derecho" 182 • Estamos de acuerdo con estas afirmaciones que tienen como antecedente la doctrina del Concilio, cuando afirma: "Oigan, pues, los superiores de buen grado a sus hermanos y promuevan su colaboración para el bien del Instituto y de la Iglesia" 183 • Pablo VI completaría esta enseñanza con las siguientes 182 ALONSO, S.M. La vida consagrada Madrid 1992, 340-341 181 Perfecta: Caritatis, 14 188

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