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funcione y llegue a la madurez evangélica. Lo difícil es aceptar esa responsabilidad dependiente que nos lleve a intuir los modos y manera de esa animación que, tan en secreto, lleva el Espíritu. Esa animación "espiritual" se realiza a través de aquellas personas y situaciones a las que se concede el "carisma de la animación". Estas personas hacen presente la acción trascendente del Espíritu en la Frater– nidad. Son una especie de sacramento que simboliza y realiza la activi– dad del Espíritu. Sin embargo, ese carisma, como todos los dones del Espíritu, no puede estar sometido a la investidura de un cargo determinado. Es decir, el mero hecho de que una persona sea nombrada para ejercer un cargo no la hace acreedora de ese carisma. No se puede, en este sentido afirmar sin más que el nombramiento para guardián comporte la comunicación automática y personal del carisma de la animación. El Espíritu concede sus carismas a quien quiere y como quiere y no está sometido a ningún tipo de institucionalización. De ahí que el carisma de animación no esté necesariamente unido al ministerio de gobierno 14 • 2. El guardián y el ministerio de la animación Entonces, ¿cómo entender la función animadora del guardián? Es innegable que, por el hecho de otorgarle una responsabilidad de gobier– no, tiene la asistencia del Espíritu para desarrollar su función. Sin embargo, para no crear confusiones, habría que distinguir entre ministe– rio y carisma de animación. Los ministerios son funciones estables que garantizan la animación institucional de la Fraternidad; mientras que los carismas de animación pueden ser ocasionales y sirven para mantener a la Fraternidad en la escucha activa del Espíritu. Unos y otros son necesarios, pero no tienen por qué coincidir en la misma persona. El ministerio de animación que ejerce el guardián, por cuanto se le ha concedido con autorización de la Iglesia y lo ejerce en una Fraternidad 14 1 Regla 5,1-6 17 ----------~- ------- ------------ ---