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Y precisamente esta "insensatez", que si es consciente podríamos llamarla humildad, es lo que constituye el principio de una buena animación. Porque para ser un buen guardián, lo que primero debe aceptar es que ni es el principal ni el único animador de la Fraternidad. En esto nos diferenciamos de los antiguos guardianes. Ellos se creían los únicos y exclusivos portadores de la voluntad de Dios; y nosotros, si nos descuidamos, podemos llegar a sentirnos culpables de ser un impedi– mento para que se realice en la Fraternidad ese carisma querido por el Señor. Tomando un saludable término medio, creo que sí podemos ser útiles para que la Fraternidad crezca en su fidelidad al carisma, al Evangelio, si tenemos en cuenta lo dicho antes, que no somos ni los principales ni los únicos animadores del grupo. l. El Espíritu, principal animador de la Fraternidad De la frase de Francisco en su Testamento de que fue el Señor el que el dio los hermanos 11 se deduce que la Fraternidad nace como un grupo eclesial, que necesita del aliento del Espíritu para seguir creciendo. La alusión de Celano 12 , puesta en boca de Francisco, de que el Ministro general es el Espíritu Santo puede ser un arma de doble filo si la encuadramos en un marco legalista; ya que el Espíritu Santo no actúa de forma directa sino a través de los superiores. Pero leído desde una situación de fe razonada, es decir, de sentido común, puede ser un gran alivio el pensar que la marcha ymaduración de la Fraternidad tiene como primer responsable al Espíritu. De ahí que deba leerse con cierta precaución el intento de culpabilizar a los Ministros de la "pérdida" de algún hermano. Todo lo más, serán responsables de no haberle querido ayudar a superar la crisis 13 • El Espíritu, por tanto, es el primer interesado en que la Fraternidad 11 Testamento 14 12 2 Celano 193 13 1 Regla 4,6 16

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