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de evitar los infantilismos y la ineficacia. Se trataría de una repartición del poder por una diversificación de los roles, por una especialización del liderazgo. La función del buen animador de una fraternidad será la de facilitar, la de «animar» la comunicación entre todos, dando siempre una posibi– lidad y una voz a las minorías de tendencias más silenciosas. Este modelo democrático es el que proporciona el más alto grado de eficacia en las comunidades pequeñas, con el máximo de satisfacción para sus miembros y, por tanto, de mayor implicación personal de ellos también. La división del trabajo incrementa la aceptación-del objetivo común y las decisiones colectivas acrecientan la motivación de los componentes para mantenerse unidos en el proyecto. Esto lo sabemos todos. Otra cuestión es que nuestras estructurales personales lo posibiliten o no 111 • ••••• El turno de aclaraciones suscitó un vivo diálogo entre el conferen– ciante y los asistentes del que destacamos lo siguiente: ¿ Qué se puede hacer con unos ancianos que ya lo han conseguido todo, que ya han llegado a la meta, y muestran un talante amargado? Invitarles a la aceptación de su propia realidad, para que sean ellos mismos quienes se "curen". No podemos pretender que sabemos sanar– los nosotros, creyendo que somos Dios. Por otra parte, en estas situaciones aparece un historial muy complejo, frente al cual, a menudo, solamente podemos situarnos en proximidad, sin posibilidades reales de intervención directa. Y ésta será, probable– mente, la mejor intervención: intentar la aproximación, personalmente, o a través de la persona adecuada para realizarla. 111 Cf. J. GARCíAFORCADA, Niveles de comunicación en un grupo y modos de captarlos: Sal Terrae 66 ( l 978) 537-546; L. LóPEz Y ARTO, l. Para trabajar la cohesión grupal. 2. Para intentar un diagnóstico grupal: Sal Terrae 75 (1987)71-73. 113

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