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Esa misma valoración de la libertad personal es la que, sin duda ha derribado el muro de Berlín, ha impulsado los profundos cambios que han tenido lugar en todos los países de Este de Europa y es la que estimuló la abortada revolución estudiantil de la China Popular. A otro nivel más reducido, pero no menos decisivo, la misma autoridad familiar, de tan importantes repercusiones como hemos visto a la hora de introyectar las claves de la relación con el poder, es cuestionada desde muy diversos ángulos y, de hecho, es experimentada ya de modos muy diferentes a épocas anteriores. En la educación se propugna el proporcionar al niño un sentimiento de valía personal, que hay que lograr a través de una separación gradual y de una autonomía creciente respecto a sus mayores, evitando el miedo a las sanciones o a sentirse arrollado por las figuras investidas de poder. Estos nuevos modos de afrontar la autoridad familiar y de cuestionar el autoritarismo patriarcal, al margen de cualquier valoración, están ahí como un hecho capital de nuestra experiencia y vienen a incidir de un modo muy directo en nuestros modos de relación con el poder. Estamos, se ha dicho, en camino de una sociedad sin padres. Es evidente que estos profundos cambios con relación a la autoridad, a niveles tan diferentes, pero tan amplios, son vivenciados y valorados de modos muy diversos en relación, sin duda, con la propia conformación ideológica y con la propia estructura de personalidad. Las personalida– des de tipo autoritario que hemos analizado anteriormente, vivencian malamente, como era de esperar, esas pérdidas del respeto automático hacia la autoridadque sedaban enotros tiempos. Difícilmente comprenderán que los inconformistas, reformadores, los adelantados a su tiempo constituyen el motor de todo cambio y progreso. Pero la marcha hacia una sociedad de iguales, una sociedad de hermanos, donde el culto a la personalidad no tenga lugar, donde la autoridad sea tan sólo función social y no complacencia narcisista, donde la obediencia venga a ser respeto o disposición de servicio y no someti– miento del hombre ante el hombre, todo ello constituye un proceso que está en camino, que difícilmente tiene marcha atrás y que el cristiano (y 108
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