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que ya no era posible. Premiar con un hijo a una mujer de Fe es un milagro espléndido. Es legítima la creencia de que la oración de un santo puede dar esa especial alegría a una mujer que sin hijos se sentía absolutamente pobre. Dios es padre de los pobres. Y puede despertar en mujeres de gran fe las :funciones dormidas. II.Gála. 5, l. 13-18 San Pablo, explayando la afirmación del poder del Bautismo, nos convence de que nos hace Hijos de Dios. Dios es Padre y Madre juntos. Por eso se siente en la iglesia de los inicios la necesidad de proteger la vida de los no nacidos y de los nacidos, porque es posible que su germinación sea fruto de una fe que mueve montañas. San Pablo tiene un detalle fascinante cuando anuncia que el que se bautiza, que es un muerto espiritual, se llena de vida divina y de vida eclesial. Un niño es un misterio brotado del poder más estupendo, que solo puede venir del gran Creador. III. Lucas 9, 51-62 Jesús, sabiendo su origen prodigioso, sigue queriendo ser hijo nuestro, o mejor huésped, cuando exige para creer, al que se le acerca, que esa confianza se transforme en amor. El Hijo de Dios es amor para ser amado. Y si ese amor se obstaculiza con pretextos familiares o materiales, deja de ser virtuoso. La capacidad de amar se manifiesta en grado importante cuando se da un vaso de agua al sediento. Pienso que la samaritana, que le dio agua de su pozo, siguió siendo interesante para Jesús. Quizá cuando en Jericó se encuentra con el pequeño Zaqueo, estaría buscando con los ojos a la mujer aquella, que fue depositaria de su 85
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