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diariamente en el lugar de culto unos panes frescos y retiraban los anteriores, que solo podían consumir los sacerdotes. Eran signo del Pan de valor eterno, que es la Eucaristía. II. lªCor.10, 16-17. La rotundidad de san Pablo al hablar del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, que consumimos en la Acción de gracias, que es la misa, da valor dogmático y pastoral al rito que era ya costumbre en la Iglesia. Es verdad fundamental que la Eucaristía es Jesucristo resucitado y convertido en sacramento, es decir en signo de salvación. Lo instituye Jesús como Memorial de su misterio de vida, pasión y resurrección, y como señal segura de que somos liberados de los pecados. III. Juan, 6, 51-58 El Evangelista San Juan asume una labor muy dificil: hacer ver que Jesús anuncia y cumple lo más extraordinario posible, más grande que la propia Creación: Convertir la criatura Pan en su propio YO, como fundamento de la Gracia inmensa del perdón de los pecados. No es la Eucaristía Pan de los Ángeles, sino pan de los pecadores. "Para el perdón de los pecados", grandes o pequeños, ocasionales o de todos los días. Sin abusar, pues se exigen condiciones, que suelen cumplirse en el Sacramento de la Confesión. Iniciado el proceso de conversión, si hay materia inquietante, uno debe confesarse, y seguidamente asumir el Certificado de la gracia de Dios que es la comunión. Es muy lógico el culto a la Persona Eucarística de Jesús. Las Procesiones del Corpus son monumentales. Ese misterio de un pan finísimo llevado en custodias de 80

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