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ha aprendido. Curiosamente las grandes civilizaciones han repartido los poderes del Ser supremo en infinidad de oficios con titulares como ministros: del amor, de la guerra, de la paz, de la tierra, del cielo, etc ... Pero ha sido nuestro Señor Jesucristo quien ha descubierto la Familia de Dios. Llamando Padre, Hijo y Espíritu a esa Familia. Y mostrándola no solo como suprema realidad, sino como supremo amor. Y convirtiéndonos a los que nos bauticemos, en familia de Dios:" mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamamos hijos de Dios y serlo". Y "tanto amó Dios al mundo que le entregó a su hijo para que no pereza ninguno, sino que tenga vida eterna". Nosotros somos herederos de los filósofos y nos gusta dividir el trabajo: Y así hacemos del Padre un creador. Y de Jesús un hijo que santifica la creación. Y un Espíritu que dinamiza toda la obra de Dios para nosotros. Por eso debemos invocar a las tres divinas Personas como causas personales de nuestra realización salvadora. Aunque la acción de cada divina persona sea también acción de las tres. En una casa hay una Familia con varios miembros. Se puede asegurar que la acción de cada componente es acción de la familia, y cuando los componentes firman un documento ejecutan una acción personal y familiar a la vez. El que Jesús haya encomendado nuestra regeneración bautismal a las tres Divinas personas tiene su misterio y facilita mucho las cosas. En cada familia hay cabeza, inteligencia y corazón. Está claro que cada componente de una familia debe ser adoctrinado sobre el significado de su existencia en ese grupo. Y de cómo su mayor obligación es vivir en dignidad apropiada a esa familia. El buen nombre de una familia no está escrito en papeles, sino en la conducta de los miembros. Así nosotros, como regenerados por la Santísima 78

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